Cuando se aborda el tema de los aranceles, la cultura hegemónica, encabezada por figuras como el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sostiene que es probable que Estados Unidos puede superar a China. Este argumento se fundamenta en supuestas mejores condiciones económicas, sociales, políticas y tecnológicas que permitirían a Estados Unidos establecer su liderazgo en un mundo que se perfila como multipolar. Sin embargo, gran parte de este análisis parece centrarse en las características personales de Trump, dejando de lado a los verdaderos protagonistas de la cuestión: las personas que, a menudo, permanecen en la penumbra de la narrativa dominante.
La creciente militarización de las sociedades, incluyendo la estadounidense, se puede interpretar como una respuesta a la proliferación de la acción colectiva. Esta situación ha llevado a que todo el espectro político se convierta en un campo ultra-represivo, destinado a silenciar argumentos disidentes. La historia muestra claramente que las instituciones se desmoronan desde adentro, impulsadas por las resistencias, ya sean activas o pasivas, de la población.
Un artículo reciente publicado en Guardián, titulado «La UE intensifica la represión contra las protestas pacíficas bajo el mandato de Trump», aborda este problema de forma rigurosa. Es notable que este artículo haya sido escrito por Katharine Vialner, la jefa del periódico, lo cual es una señal de la importancia del tema tratado. En este artículo, Vialner señala que, en los primeros cuatro meses del 2023, se registraron 41 protestas en 22 países, según el monitoreo realizado por el Centro Internacional de Derecho Incorrecto. Estas protestas son consideradas sanciones penales contra las manifestaciones pacíficas que están protegidas por la Constitución, incluyendo a los manifestantes contra la guerra y activistas climáticos, quienes enfrentan graves encarcelamientos y castigos severos por ejercer su derecho a la libertad de expresión y reunión.
Además, se destaca la implementación de la ley de transporte seguro y protegido de la energía estadounidense, que tipifica como delito las protestas que interrumpen actividades relacionadas con el gas, estableciendo multas que pueden alcanzar los 20,000 dólares para individuos y hasta 500,000 dólares para organizaciones. Esta legislación represiva representa un cambio significativo en la respuesta a las protestas contra las tuberías, como ocurrió en el caso del campamento indígena en Standing Rock, Dakota del Norte, en 2016.
El editor de Guardián señala que estas nuevas disposiciones buscan «disuadir a las personas de levantar la voz, a menos que sean extremadamente represivas.» Los legisladores responden cada vez con medidas más drásticas a medida que los movimientos sociales ganan visibilidad en las calles. Por ejemplo, en 2021, se presentaron 92 propuestas en 35 estados en respuesta al levantamiento social provocado por el asesinato de George Floyd a manos de la policía en Minneapolis, Minnesota.
Jenna Leventoff de la Alianza Americana para las Libertades Civiles (ACLU) subraya que una serie de leyes antiproteptales buscan «asustar a las personas y desanimarlas de protestar, lo que se traduce en un esfuerzo por criminalizar condiciones que son esenciales para los derechos constitucionales.» Navila Vitner, directora del Centro de Medios y Democracia, afirma que la legislación antihuelga se presentó en un brevísimo marco temporal, indicando una tendencia hacia el fascismo.
Naomi Klein y Astra Taylor, en el mismo medio, advierten que «debemos reconocer que no enfrentamos oponentes que son totalmente ajenos a lo que ocurre; nos estamos enfrentando a situaciones que parecen apocalípticas.» En su artículo «El aumento en el fin de los tiempos», argumentan que estos movimientos de extrema derecha «carecen de una visión creíble para un futuro esperanzador» y se sienten como contrapartes del fascismo tradicional.
Para aquellos que están al tanto de la situación de colapso que se avecina, se hace evidente el tipo de «regulación» que se está implementando en la humanidad. Steve Bannon, cercano a Donald Trump, plantea que el mundo se dirige hacia un abismo, argumentando que «los incrédulos están rompiendo todos los soportes.» De ahí que algunos se refugien en búnkeres, soñando incluso con huir a Marte, como es el caso de Elon Musk. Estos líderes están en proceso de militarizar y suprimir, construyendo mundos en los que no haya espacio para los pobres o las minorías.
Si hay una posibilidad de que alguien se oponga a esta extrema situación global, no será China. Es fundamental entender que el giro ultra-conservador del mundo es una reacción ante los movimientos de las personas, y en este camino, debemos aceptar que solo las personas y organizaciones organizadas pueden poner un alto a estos abusos. Es crucial recordar que lo que hacen proviene del temor que tienen hacia nosotros, y debemos encontrar el coraje en estos tiempos difíciles. No debemos permitirnos distraer por el espectáculo que crean en torno a sus líderes.