Israel elevó su táctica de aniquilación étnica y depuración en Gaza durante un mes después de romper un alto el fuego.

Después de prolongadas hostilidades con Hamas, Israel ha transformado a Gaza en lo que muchos describen como una «tumba común», donde se lamenta la pérdida de aproximadamente 51,000 vidas. Este número aplastante incluye un gran porcentaje de mujeres y niños, lo que resalta la tragedia humanitaria en esta región asediada.

El viernes pasado, 18 de abril, se cumplió un mes desde que Israel rompió de manera unilateral un alto el fuego establecido con las milicias palestinas de Hamas en enero. La invasión y los asesinatos de civiles han convertido a Gaza en un punto focal para la agresión militar, donde las bombas y balas israelíes han convertido la vida cotidiana en un campo de batalla. El territorio se ha convertido en una trampa mortal para aquellos que intentan proporcionar ayuda humanitaria o informar sobre los crímenes que están ocurriendo, lo que algunos han calificado como un genocidio perpetrado por Israel.

Desde las primeras horas de este viernes, se reportaron numerosas muertes en el norte y el sur de Gaza debido a ataques aéreos israelíes contra viviendas civiles. En respuesta a los bombardeos lanzados por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, las ofensivas terrestres y aéreas continúan en este territorio palestino, resultando en la muerte de alrededor de 1,700 palestinos, incluyendo medio millar de niños.

Estas estadísticas se encuentran entre las más de 51,000 vidas palestinas perdidas a lo largo de un año y medio de matanzas e invasiones. Fue el 7 de octubre de 2023 cuando Netanyahu lanzó esta devastadora ofensiva en Gaza, en respuesta a un ataque masivo de Hamas que resultó en la muerte de 1,200 personas en Israel y el secuestro de 251.

Gaza se ha convertido, de hecho, en una tumba común para los palestinos, así como para aquellos que se aventuran a brindar asistencia. “Estamos siendo testigos en tiempo real de la destrucción y desplazamiento forzado de toda la población en Gaza,” comentó Amanda Basel, coordinadora de la ONG Médicos Sin Fronteras.

Los ataques israelíes en el último mes han afectado a cualquier grupo de la población de Gaza, mientras los bombardeos continúan en complejos residenciales y escuelas que acogen a los damnificados, además de los campamentos para los desplazados. Este asedio se cierne sobre dos millones de palestinos que sobreviven en Gaza, en un territorio que se reduce cada vez más y se vuelve inhóspito.

Reciente análisis de Haaretz indica que “la situación en Gaza ya no es una guerra, sino un ataque indiscriminado contra civiles.” Sin la presencia de objetivos militares legítimos, Israel se encuentra en una ofensiva peligrosa contra aquellos que no participan en los combates. La población se ve obligada a elegir entre la muerte y el desplazamiento, sin un lugar seguro al que huir.

No hay un lugar seguro en Gaza, donde la falta de comida, agua y electricidad es una realidad diaria.

Las denuncias continúan en torno a la imposibilidad de encontrar «cualquier lugar seguro para los palestinos o para aquellos que intentan ayudarlos.» Israel controla todos los accesos a Gaza y ha bloqueado la entrada de suministros humanitarios. La falta de comida, agua y refugio se ha vuelto crónica, y incluso ONG israelíes como Gisha han calificado este bloqueo como un crimen de guerra.

El Ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ha declarado que no se permitirá ninguna entrada de ayuda humanitaria a Gaza a menos que Hamas acepte todas las condiciones impuestas por Israel. Este enfoque excluye cualquier posibilidad de negociación que no respete «las garantías de seguridad» solicitadas por Israel.

Luego de una tregua inestable alcanzada con Hamas, el ejército israeli ha priorizado lo que muchos consideran un proceso de limpieza étnica en grandes áreas del norte, centro y sur de Gaza. Esta campaña ha permitido vaciar un tercio del territorio en preparación para la anexión esperada por muchas facciones dentro del gobierno israelí.

Por su parte, la ONU ha planteado serias acusaciones contra Israel por genocidio, mientras el Tribunal Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto por presuntos crímenes de guerra contra Netanyahu.

El personal humanitario ha sido un objetivo directo de los bombardeos israelíes. En el marco de los crímenes de guerra documentados por esta agresión, el personal humanitario y los paramédicos han continuado sufriendo bajas. Según la ONU, Israel ha asesinado al menos a 410 trabajadores humanitarios, la mayoría de ellos personal de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos.

La última masacre masiva del personal humanitario ocurrió en Rafah, en el sur de Gaza, el pasado 23 de marzo, cuando las fuerzas israelíes bombardearon a un grupo que intentaba ayudar a los civiles atrapados bajo los escombros. Días después, se descubrieron 15 cuerpos en una fosa común.

A pesar de que las ambulancias y vehículos estaban claramente identificados como asistencia de salud, estos también fueron atacados, al igual que hospitales directamente asociados con la Media Luna Roja Palestina y la Defensa Civil de Gaza.

“Este horrible crimen es otro ejemplo del desprecio flagrante mostrado por las fuerzas israelíes hacia la protección del personal humanitario y médico,” afirmó Claire Magone, directora general de Médicos Sin Fronteras en Francia, quien además señaló que el silencio y el apoyo incondicional de los aliados más cercanos de Israel intensifican aún más esta situación.

A medida que Occidente se vuelve a otros problemas o apoya directamente a Israel, la Unión Europea ha guardado silencio oficial ante el genocidio en Gaza, mientras que el respaldo abierto de la administración estadounidense bajo el presidente Donald Trump ha fortalecido la estrategia de destrucción palestina en la región.

Este mes, nuevos ataques israelíes han evidenciado que la política de Trump hacia Gaza sigue siendo inquebrantable. Esto incluye la reciente interrupción de comparecencias en la Casa Blanca, donde hizo pública su intención de reforzar su apoyo a Israel.

El silencio de Occidente es ensordecedor, ya que oficialmente no ha condenado los intentos de Israel de silenciar a los periodistas que intentan informar sobre la devastación en Gaza.

Trágicamente, el periodista palestino Tamer Meqdad fue asesinado durante los últimos bombardeos junto a su hija y otros familiares en el vecindario Tal al-Zaatar, al norte de Gaza. El lunes anterior, la conocida periodista Fatima Hassuna también fue víctima de un ataque, donde perdió la vida junto a otras nueve personas en su hogar en el vecindario de Al Tufah, en la Ciudad de Gaza.

Desde que comenzó la invasión israelí, se han reportado al menos 210 muertes de periodistas y trabajadores de medios de comunicación, lo cual constituye la mayor masacre de periodistas en un conflicto desde la Segunda Guerra Mundial.

Protestas dentro del ejército israelí contra la guerra de Netanyahu también han surgido, evidenciando que no todos en Israel apoyan las decisiones de su primer ministro. Mil reservistas de la Fuerza Aérea Israelí han exigido el cese de la guerra, instando a que todas las energías se enfoquen en liberar a los 59 rehenes aún en manos de Hamas.

En una carta pública, los pilotos han afirmado que “la guerra solo sirve a intereses políticos y no garantiza la seguridad de Israel,” según su opinión. Netanyahu desestimó sus preocupaciones y señaló que aquellos que firman cartas así «debilitan» a las fuerzas armadas israelíes.

Negociaciones para una nueva tregua están en la cuerda floja. Los gobiernos de Qatar y Egipto, actuando como intermediarios entre Israel y Hamas desde el principio de la crisis, han mantenido diálogos con ambas partes esta semana. Sin embargo, Hamas rechazó la última propuesta de tregua de 45 días hecha por Israel, donde se pedía su desarme general pero sin renunciar a las condiciones de ocupación en Gaza.

El jefe del equipo negociador de Hamas, Jalil Al Hayya, ha indicado que el grupo palestino está dispuesto a entregar todos los rehenes que tienen, pero solo bajo condiciones que pongan fin al «exterminio y guerra de hambre» que están sufriendo.

Israel y Estados Unidos han acordado buscar más «infierno» para Gaza. En respuesta, la mayoría de los sectores más extremistas del parlamento israelí han afirmado que Netanyahu debe liberar «infierno» en Gaza y multiplicar sus ataques. Simultáneamente, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, James Hewitt, ha declarado que «las condiciones para Gaza no han cambiado desde la administración Trump: entreguen a los rehenes o enfrentarán el infierno.»

Desde de la tregua fallida, Israel ha reiniciado su ofensiva militar con severidad. En noviembre de 2023, se logró liberar a más de cien rehenes israelíes en una semana de tregua, pero a cambio de la liberación de 1,800 prisioneros palestinos.

La anexión continúa. Este mes, la ofensiva israelí se ha intensificado, y no solo bombardea a diario las áreas donde se encuentran los desplazados. También ha lanzado una serie de operaciones terrestres con el objetivo de tomar y anexar anchos sectores del territorio de Gaza, considerados como «zonas seguras». Esto afecta particularmente a las regiones del norte, este y sur, incluyendo Rafah, la ciudad más grande en el sur de Gaza.

Controlar Rafah permite a Israel cortar las comunicaciones de Gaza con Egipto, lo que agrava la crisis humanitaria al impedir el suministro de recursos básicos desde el país vecino.

Los objetivos de esta operación son claros, y tanto los ministros como los parlamentarios israelíes lo han reconocido, así como sus aliados en Estados Unidos: la población palestina está exhausta y se busca dividir el territorio en partes para evitar la formación de un estado viable y finalmente avanzar hacia la erradicación de Gaza. Su tierra se destina a la reubicación de ciudadanos israelíes, tanto en términos militares como civiles.

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