Extractivismo sin fronteras: regla detrás de los casos Anglogoda ashanti en el suroeste de Antioquia – El informante

La resistencia a Jericho, Thames y el suroeste de Antioquia, no es un caso aislado. Es otro capítulo en un largo conflicto entre las comunidades campesinas y el modelo extractivista que opera con el apoyo estatal y la persona multinacional.

«El párrafo es hoy la función central del estado. No es un excedente o error, sino una característica estructural para un nuevo pedido»
Raúl Zibechi y Decio Machado,

Estados para restar

La presencia de Anglogold Ashanti multinacional en la antioquia del suroeste no es una excepción o un error de planificación. Por el contrario, al contrario, la expresión concreta del modelo económico global basada en el rechazo y la comercialización de bienes comunes. Donde hay riqueza del agua, biodiversidad y territorios campesinos con bajo poder institucional, aparecen proyectos extractivos que prometen el desarrollo, pero brilla la división, el control y la destrucción. Fernando Jaramillo, el coordinador ambiental Jericho y miembro de la Federación del Suroeste: «Llegó en su mano con millones de dólares, con promesas de progreso, becas, patrocinio. Pero todo está condicionado por una cosa: para aceptar su presencia».


Desde 2004, cuando la primera investigación en Jericho y Thames, los helicópteros que vuelan, las pesadas plataformas de mecanización y perforación se convirtieron en parte del paisaje. Se estima que solo en una de las montañas que conectan Temzu y Jericho han instalado más de 100 plataformas de investigación. Pero mientras la compañía diseña mapas geológicas y calcula las reservas de cobre, oro y plata, para los campesinos, el territorio no es abstracción: es una vida concreta. Como Herman Bernal, el líder de protección del medio ambiente dice: «No solo pide oro aquí. Desmontan sus economías campesinas, nuestra cultura, nuestro tejido social».

Como sugiere Zibecho y Machado: «Los estados ya no gobiernan al público para garantizar los derechos, sino que actúan como oficinas de concesión para el capital transnacional». Esta es la función que instituciones como ANLA (organismo ambiental nacional) o alcalde local contra empresas extractivas asumen hoy: no representan territorios, sino que las administran como activos disponibles para la inversión.

Anglogold Ashanti ha implementado una estrategia sistemática de cabaña. A través de su Fundación de Proyectos y otros canales, la Compañía financió actividades culturales, proyectos educativos, eventos religiosos y obras de infraestructura. Esta filantropía condicionada se traduce en control social, fragmentación y normalización del extractivismo comunitario como sinónimo de desarrollo. Jaramillo no niega: «En Jericho, incluso el alcalde trae su responsabilidad con la compañía a su lado. Toda la vida cultural del municipio se toca con las manos». Esta estrategia de penetración cultural y simbólica no es un error ético simple de la empresa. Como indicación de Zibecho y Machado: «Las empresas transnacionales deben construir un consenso y una legitimidad desde abajo, comprando lealtad y transferencia de soberanía comunitaria con regalos, emisiones o asistencia social condicional».

Una de las influencias más profundas del extractivismo es la ruptura de la confianza comunitaria. Los senderos polarizan, las familias están distanciadas solas, los vecinos se enfrentan. La compañía minera ingresa al territorio no solo con máquinas, sino también por el poder de las divisiones. Herman Bernal describe este proceso con dolor: «No hay más charlas en las aceras. Porque la compañía todavía está contando cómo la compañía ha ingresado a los actores políticos locales. Enfrentados con movilización, bloqueo y, lo más importante, con la organización.

En áreas como la soledad, el vallequito o los hermosos, los campesinos han criado las redes de apoyo y de defensa colectiva del territorio. A través del Cinturón Ambiental Ambiental (COA) y otras formas organizativas de resistencia se llevaron a cabo durante más de una década. Una de las formas de represión más agresivas fue la criminalización de quienes se oponen. Once líderes y campesinos son criminalmente condenados, acusados de delitos como un secuestro simple, robo calificado y un concierto de delitos. Todo para evitar la entrada secreta de máquinas mineras en sus territorios. Aunque el proceso judicial continúa, la defensa logró mostrar la naturaleza legítima de las acciones de resistencia y la naturaleza de la comunidad de protesta. No es solo un procedimiento judicial: es un mensaje aterrador que busca desmoralizar a quienes defienden la vida. Ante esto, las organizaciones respondieron a la escolta legal, la presencia nacional e internacional y la visibilidad constante.

Los autores señalan por la fuerza: «La represión ya no es solo la policía o el ejército. Es judicial, institucional, medios de comunicación. El aparato estatal actúa como un brazo armado de capital». En este sentido, la acusación de campesinos no son obras de abuso aisladas, sino parte de una estrategia más amplia para el debilitamiento de la resistencia y el envío de un mensaje de miedo. Lo que sucede en el suroeste de Antioquia tiene resonancias en toda América Latina. En Honduras, Berta Cáceres fue asesinada en 2016. Se opone a la planta de energía hidroeléctrica. En Perú, Brasil y México, los líderes indígenas y los defensores ambientales fueron víctimas de amenazas, persecuciones o asesinatos. Columbia, de hecho, clasificó a un testigo global como uno de los países más peligrosos del mundo que era el defensor ambiental. La muestra repite: donde hay resistencia, hay represión. Pero también dignidad.

Casos como Cajamarca (Tolima), donde el asesoramiento popular detuvo el Megaproject La Colosa, también Anglogold Ashanti, muestra que las comunidades pueden ganar. Piedras, la defensa del agua también ha logrado detener otro intento de imposición minera. Este fondo es una prueba de que la organización se transforma. Ante un modelo que muestra todo su poder económico, político y judicial, las comunidades del suroeste han demostrado que la organización es clave. Desde áreas locales como el medio ambiente, hasta articulaciones regionales como el Cinturón Ambiental Occidental (COA), las redes han logrado mantener la resistencia y mantener viva un recuerdo. Bernal insiste en que es una lucha que no depende de los héroes solitarios, pero no una persona lograda solo porque teníamos claro, porque teníamos claro lo que los estábamos defendiendo: la vida, la posibilidad de permanecer en el país donde nacimos. «


Frente a este panorama, Zibecha y Machad están apuestas a lo que llaman «sociedades en el movimiento», es decir, las comunidades se organizan de forma autónoma, con sus propias estructuras de decisión, que no dependen del estado o el mercado. En Jericho, Thames y otros municipios, estas formas ya existe: asambleas, rutas, alianzas regionales que no solo se resisten, sino a otros posibles mundos. La disputa que está luchando hoy en Jericho, Támesis y otras áreas del suroeste de Antioquia no es solo para varios metros cúbicos de tierra. Es una disputa por el derecho a decidir, por el derecho a la vivienda, a cuidar, vivir en el territorio que no es una zona de sacrificio. Como Eduardo Gudynas advierte sobre los extractivismos y la corrupción, estos procesos son: «Formas de acumulación por el lubricante institucional de corrupción» **.

«Estamos fijos en el suelo como árbol de sus raíces. Sentir que no puede medir el estudio de impacto ambiental. Esto no se cuantifica, pero lo defenderemos con la vida». El conflicto con Anglogold Ashanti no es un accidente. Es una cara visible del modelo que no respeta los límites o las comunidades. Pero también es un escenario en el que la falsificación de otra posibilidad es: en el que se encuentra en un país donde no se venden el agua, la tierra y la dignidad, sino que se recolectan.

Defendieron el territorio, en el fondo, defendiendo la vida.

** Para profundizar este problema, recomendamos dos ediciones de textos desde abajo:

• Estados para el rechazo, Raúl Zibecho y Decio Machado: radografía del papel de los países latinoamericanos como gerente de botín extractivista.
Extractivismos y corrupción. Anatomía de relaciones íntimasAutor: Eduardo Gudynas: Análisis de cuánto extractivismo excede la dinámica de la corrupción estructural.


Estas lecturas permiten contextualizar el caso de la antioquia del suroeste y expandir sus ojos a las formas en que las personas defienden la vida frente al modelo que busca destruirla.

  • Equipo de Abajo, Medellín.

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