Hasta septiembre de 2025, Colombia ha experimentado un crecimiento sin precedentes en la venta de vehículos eléctricos e híbridos: más de 58.000 unidades matriculadas, superando ya los totales de todo 2024.
Dentro de ese volumen, los autos totalmente eléctricos (BEV) presentan un salto del 173 % interanual, mientras que los híbridos enchufables (PHEV) crecen alrededor de 166 % frente al mismo período del año anterior.
La Asociación Nacional de Movilidad Sostenible (Andemos) proyecta que para fin de año las tecnologías limpias podrían representar cerca del 30 % de las ventas de vehículos nuevos en el país, una cifra ambiciosa que colocaría a Colombia como líder regional en este segmento.
Sin embargo, este auge en la demanda choca con una realidad menos favorable: una infraestructura de carga pública y de mantenimiento que está muy detrás de lo que sería necesario para acompañar esa transición con garantías.
La brecha en infraestructura: datos y desafíos
Cantidad de cargadores públicos vs. vehículos eléctricos
- En Colombia hay aproximadamente un cargador público por cada 33 vehículos eléctricos, una proporción muy inferior al estándar global estimado (un cargador por cada 10 vehículos).
- Las cifras absolutas sobre “puntos de carga” varían según la fuente: algunas estiman 218 estaciones con alrededor de 436 conectores, mientras que otras fuentes (como la app Electromaps) registran 142 puntos activos, y expertos del sector apuntan a cifras superiores a 300.
- Para sostener la transición hacia 2030, los estudios encargados por el Ministerio de Minas y Energía estiman que Colombia deberá instalar 19.386 cargadores públicos, con una inversión proyectada de 260 millones de dólares.
- Del total necesario, se estima que el Estado deberá asumir cerca del 54 % de esa inversión (unos 142 millones de dólares), pues los privados por sí solos no podrían cubrirlo.
Limitaciones técnicas y operativas
- Muchos de los cargadores instalados fueron impulsos tempranos con ayudas de municipios o compañías locales, pero varios equipos están fuera de servicio por falta de mantenimiento o fallas técnicas. Un ejemplo común es la instalación de estaciones gratuitas que más tarde se abandonan.
- La red pública de carga rápida de alta potencia es aún muy escasa, lo que implica que en trayectos largos los usuarios deben planificar rutas con cuidado o confiar en estaciones particulares.
- Dentro del sector de mantenimiento y reparación automotriz, únicamente el 15 % de los talleres certificados del país cuentan con la capacitación, herramientas y protocolos adecuados para vehículos eléctricos o híbridos.
- Hay escasez de personal técnico especializado, especialmente en ciudades medianas o zonas rurales, donde los talleres aún están preparados casi exclusivamente para motores de combustión.
- Las aseguradoras han comenzado a adaptarse, ofreciendo coberturas específicas para riesgos del ecosistema EV (cargadores domésticos, cables, reparación de componentes eléctricos, asistencia especializada). En julio de 2025, los vehículos eléctricos e híbridos representaban 6,3 % del parque automotor asegurado.
Ambiente regulatorio, barreras residenciales y aranceles
- En el frente regulatorio, el país ha adoptado leyes de movilidad eléctrica y normativas para incentivar la transición, pero la estabilidad de esas políticas es crucial. Por ejemplo, el gobierno colombiano recientemente aumentó los aranceles para híbridos importados de países sin tratado de libre comercio, no renovó ciertos incentivos de IVA para transportadores pequeños, y aplicó un sobrecosto del 25 % en la matrícula de vehículos de carga. Estas decisiones pueden afectar la adopción futura.
- En los edificios residenciales, la normativa de vivienda está comenzando a exigir condiciones para facilitar instalaciones eléctricas de carga, pero existen barreras técnicas y de infraestructura (capacidad eléctrica, adecuaciones internas) que encarecen o frenan la implementación en apartamentos.
- Usuarios particulares enfrentan dificultades prácticas: por ejemplo, algunos propietarios han conectado sus autos con tomas domésticas de 110 V, un procedimiento frágil y lento (carga total puede tardar entre 12 y 17 horas) debido a que la instalación del edificio no estaba pensada para demanda de vehículos eléctricos.
Impacto local y experiencias de usuarios
Un caso ilustrativo es el de Juan Nicolás Velásquez, habitante de Cajicá, que conduce un BYD Seagull (auto completamente eléctrico). Él relata que muchas estaciones gratuitas que funcionaban en Bogotá han sido desmanteladas o abandonadas por falta de mantenimiento. En su edificio no hay instalaciones aptas para cargar su vehículo, lo que lo obliga a usar métodos improvisados y lentos.
Además, usuarios en regiones intermedias o municipios más pequeños encuentran que la red de carga simplemente no existe, lo que genera “ansiedad por autonomía” y frena la decisión de compra de un EV para quien necesita movilidad intermunicipal.
Comparativo regional y proyección
- En el contexto latinoamericano, Colombia es uno de los países con mayor crecimiento en ventas de vehículos eléctricos en 2025.
- Para el primer trimestre de 2025, las ventas de vehículos eléctricos en Colombia crecieron un 247 % respecto al mismo periodo de 2024.
- Bogotá, Medellín y otras ciudades grandes concentran la mayoría de los puntos de carga, lo que deja al interior del país en mayor desventaja.
Según los expertos de BBVA Research y las asociaciones del sector automotor, los factores clave para que la tendencia crezca serán:
- Expansión de la red de carga pública, con inversiones mixtas públicoprivadas.
- Reducción progresiva en los precios de modelos eléctricos, haciéndolos más accesibles.
- Fortalecimiento de políticas de incentivos estables, sin cambios abruptos que generen incertidumbre.
- Formación técnica y capacitación para generar una masa crítica de profesionales en electromecánica, electrónica automotriz y mantenimiento de infraestructura eléctrica.
El riesgo, advierte Andemos, es que el crecimiento actual se trunque si no se consolida el ecosistema completo — no basta con que haya demanda: se necesitan estaciones confiables, talleres capaces y la certeza de que esas inversiones no quedarán obsoletas.
Conclusión
La movilidad eléctrica en Colombia ha dado un salto cuantitativo que comienza a redefinir el mercado automotor: los récords de ventas muestran que los consumidores están dispuestos a adoptar tecnologías limpias. Pero ese éxito es aún frágil, pues depende de un soporte técnico, regulatorio y de infraestructura que está rezagado.
Si no se acelera la instalación de cargadores públicos, se garantiza el mantenimiento de estaciones activas, se forman talleres especializados, y se brindan señales de política clara y estable, Colombia corre el riesgo de ver cómo ese auge se convierte en un crecimiento con barreras persistentes.
El futuro de la movilidad eléctrica en Colombia dependerá no solo del entusiasmo de los compradores, sino de la capacidad del Estado, los privados y las instituciones de vincular piezas críticas del ecosistema. Si eso ocurre, Colombia podría convertirse en un referente regional; si no, podría quedarse a medio camino.
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