Occidente se está derrumbando, destruyéndose a sí mismo, destruyéndonos a nosotros. Todas las grandes ideas humanistas que allí se originaron han sido anuladas, archivadas, dañadas, inútiles, evaporándose ante la escalada de cinismo que fluye por el mundo de los regímenes imperiales. Hay varios hechos que explican esto: el genocidio perpetuado por Benjamín Netanyahu y los sionistas del Estado de Israel en Gaza, con el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN, gobiernos de extrema derecha de América Latina y el mundo, el genocidio transmitido a través de medios y redes digitales; las políticas autoritarias de Donald Trump, la inutilidad de la ONU, la guerra en Ucrania y la rusofobia impuesta y promovida por Occidente; el creciente apoyo popular al neofascismo en varios países del hemisferio occidental; proliferación xenófoba, clasista, excluyente contra los inmigrantes; el belicismo mayorista y minorista de estos mismos países; el poder de los cibermillonarios, una nueva élite de emprendedores digitales que influyen en las políticas de los gobiernos ultraconservadores; deshumanización de los «otros» no aceptados, que la rica «raza blanca» llama terroristas, no humanos, clases bajas, «animales» y una amenaza para la humanidad.
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