París. Jueves, 13 de noviembre de 2025 Convertir directamente los pensamientos en palabras, hacer caminar a los paralíticos… Todos estos avances ya son posibles gracias a la neurotecnología, un campo de investigación tan revolucionario como la inteligencia artificial (IA), pero que también puede plantear dilemas éticos.
«La gente no sabe hasta qué punto estamos ya en la ciencia ficción», explicó a la AFP Anne Vanhoestenberghe, investigadora del King’s College de Londres.
El científico dirige un laboratorio que desarrolla dispositivos electrónicos para ser implantados en el sistema nervioso, que incluye no sólo el cerebro, sino también la médula espinal, que transmite los mensajes del cerebro al resto del cuerpo.
Se trata de la neurotecnología, un campo que lleva varios años dando grandes pasos. Según varios observadores e investigadores, se trata de una revolución científica tan importante como la IA, pero de la que se habla mucho menos.
Algunos ejemplos recientes ilustran el crecimiento de esta tecnología.
En junio, un artículo de revista Naturaleza explicó cómo en un paciente con la enfermedad de Charcot, un implante cerebral desarrollado por un equipo de California permitió que sus pensamientos se tradujeran casi inmediatamente en palabras utilizando software síntesis del habla.
Desde hace varios años, el equipo suizo multiplica experimentos que permiten a las personas paralizadas recuperar un control significativo sobre sus movimientos, incluso sobre la marcha, gracias a la implantación de electrodos en la médula espinal.
Startups
Estas obras aún están lejos de restaurar todas las capacidades de los pacientes enfermos. Y también queda por ver cómo podrían generalizarse para beneficiar a más personas.
Pero «el público en general no es consciente de lo que ya existe», insiste Vanhoestenberghe. «Cambia vidas», añadió.
Estos dispositivos son cada vez más eficientes, afirmó el científico.
«Antes, se necesitaban miles de horas de entrenamiento para que una persona fuera capaz de unir algunas palabras con sus pensamientos», anotó. «Ahora sólo se necesitan unos pocos».
¿Cómo se explica este boom? A través de una mezcla de avances científicos, gracias a los avances en la comprensión del cerebro, y mejoras tecnológicas, especialmente una miniaturización cada vez más avanzada. La propia IA ha multiplicado las capacidades de los algoritmos utilizados.
El sector privado también estaba interesado en esta área. Desde el año 2000 han aparecido numerosas startups que han recaudado decenas de miles de millones de dólares, lo que ahora se está convirtiendo en logros concretos.
El grupo Neuralink, propiedad del multimillonario estadounidense Elon Musk, sigue siendo el más comentado y desde 2024 anuncia que ha implantado su dispositivo en una docena de pacientes. Los expertos, sin embargo, desconfían de su lado verdaderamente innovador.
«Actualmente Neuralink vende humo con mucha publicidad», minimizó Hervé Chneiweiss, neurólogo y especialista en ética del Instituto Nacional de Investigación Médica y de Salud de Francia.
Sin embargo, «el día que consigan hacer productos comerciales, y eso no pasará mucho tiempo, será demasiado tarde para preocuparse», advirtió.
«Violación de la privacidad»
Estas tecnologías plantean importantes preocupaciones éticas, sobre todo porque algunas empresas, empezando por Neuralink, no pretenden limitarlas al ámbito de la salud y ya están promocionando productos que prometen mejorar las capacidades cognitivas de cualquier persona.
En ese contexto, la UNESCO, la organización científica y cultural de la ONU, acaba de aprobar algunas recomendaciones regulatorias para Estados Unidos.
Estas recomendaciones entraron en vigor ayer, aunque no son vinculantes.
Los autores, incluido Chneiweiss, adoptaron una definición muy amplia de neurotecnologías. Se incluyen dispositivos que ya están en el mercado, como relojes y cascos conectados, que no actúan directamente sobre nuestro cerebro, sino que miden indicadores que dan una idea del estado mental del usuario.
«En este momento, el principal riesgo es la violación de la privacidad: nuestra privacidad mental está en riesgo», advirtió Chneiweiss. Y como ejemplo, pone el riesgo de que los datos “caigan en manos de tu jefe, que considerará que tu tiempo de atención no es el adecuado para la empresa”.
Algunos países y regiones ya han abordado esta cuestión. En Estados Unidos, California, un centro mundial de investigación en neurotecnología, aprobó una legislación a finales de 2024 para proteger los datos cerebrales de las personas, estableciendo el mismo marco que para los datos de geolocalización.





