El sacerdote fue acusado de brutal acceso corporal a iBaBué – extra

El caso que involucra al sacerdote José Freddy Martínez Cruz ha suscitado una intensa oleada de indignación y preocupación en la comunidad de Ibagué y otras regiones de Tolima. Este clérigo ha sido Acusado formalmente de la oficina del fiscal general por presuntamente haber cometido un delito de acceso corporal repentino en un menor de edad. Las acusaciones se centran en hechos que ocurrieron entre los años 2001 y 2007, durante un período en el que la víctima, un adolescente de apenas 14 años, era un miembro activo de los grupos juveniles que operaban en la parroquia de San Juan Bautista.

Según la denuncia presentada, el abuso se habría llevado a cabo en una variedad de lugares, que incluyen la casa de la catedral, un spa y áreas rurales cercanas. La primera oficina del fiscal especializada en Ibagué tuvo la tarea de recopilar pruebas que, de acuerdo con los cargos formulados, le permite llevar al sacerdote a la prueba. Estas evidencias sugieren que el acusado se valía de su posición religiosa y la confianza que las familias depositaban en él para perpetrar sus crímenes.

Este caso no es un suceso aislado dentro del ámbito religioso de la región. Desde el año 2021, ya han sido al menos once personas las que han presentado testimonios ante el juez, ya sea como víctimas directas o como testigos de los hechos. Esto ha llevado a la apertura de otros procesos similares contra Martínez Cruz, lo que sugiere un patrón preocupante de comportamiento. Aunque fue enviado a prisión en el año 2021, actualmente se encuentra en libertad y enfrentando su juicio fuera de la cárcel, una situación que ha generado numerosas críticas por parte de quienes exigen justicia.

A pesar de los desafíos que enfrentaron, las mujeres que han condenado al sacerdote han hecho pública una declaración que habla de su Largo camino de silencio, miedo y revisión. Esta declaración destaca el valor que encontraron para hablar sobre sus experiencias traumáticas. «Nos dijeron mentirosos, estábamos cerradas, nos culparon. Hoy, después de años de lucha, creemos que la verdad está comenzando a resonar», afirmaron. Estas valientes mujeres han expresado su compromiso de hacer visibles los abusos y de trabajar para que más niñas no tengan que pasar por experiencias similares en el futuro.

El impacto de estos hechos ha trascendido la relación entre la Iglesia y la comunidad, planteando interrogantes sobre la seguridad de los menores en espacios religiosos. La situación ha puesto en el centro del debate la necesidad de protocolos más estrictos para proteger a los jóvenes y garantizar que las denuncias sean tomadas en serio. A medida que avanza el proceso judicial, la comunidad se mantiene atenta, esperando que se haga justicia y que se dé un paso significativo hacia la erradicación del abuso en todas sus formas.

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