En el siglo XVIII, la brutalidad del orden social todavía necesitaba ser condenada a través de la sátira para ser visible; En el siglo XXI, la obscenidad de la desigualdad coexiste sin escándalo con la normalidad institucional.
datos de la ultima Informe sobre la desigualdad mundial confirman que la desigualdad económica mundial no sólo sigue siendo extremadamente alta, sino que se ha intensificado significativamente en las últimas décadas. A pesar del fuerte crecimiento de la producción y la riqueza mundiales desde finales del siglo XX, los beneficios de ese crecimiento se han concentrado en gran medida en una minoría muy pequeña de la población.
Actualmente, el 10% más rico de la población mundial gana más que el 90% restante, mientras que la mitad más pobre de la población mundial gana menos del 10% del ingreso global total. La riqueza está aún más concentrada: el 10% más rico posee tres cuartas partes de la riqueza mundial, mientras que la mitad más pobre posee sólo el 2%. Esta asimetría es aún más extrema en la parte superior de la distribución: el 0,001% más rico (unas decenas de miles de personas) acumula más riqueza que el 50% más pobre del mundo entero. En términos de ingresos, la brecha es igualmente pronunciada: el 10% superior cubre más del 50% del ingreso global, mientras que el 50% inferior recibe alrededor del 8%.
El informe señala que este proceso no es temporal, sino estructural y de largo plazo. Desde la década de 1990, la participación del 1% más rico en la riqueza total ha aumentado constantemente en la mayoría de las regiones, mientras que la participación del 50% más rico ha permanecido estancada o disminuido. La riqueza de los multimillonarios creció a tasas anuales cercanas al 7-8%, muy por encima del crecimiento promedio de la renta mundial, lo que explica la aceleración de la concentración de la riqueza. Este fenómeno está estrechamente relacionado con la baja progresividad sistemas tributarios, reducción del impuesto al capital y creciente importancia herencia en la reproducción de la desigualdad.
Las mujeres reciben el 30% de los ingresos totales del trabajo, aunque representan casi la mitad de la población
La desigualdad no sólo se manifiesta en términos de ingresos y riqueza, sino que es claramente multidimensional. En el ámbito de la desigualdad de género, el informe muestra que, a nivel global, las mujeres reciben el 30% del ingreso laboral total, a pesar de representar casi la mitad de la población y una proporción cada vez mayor de la fuerza laboral. Esta cifra apenas ha mejorado desde 1990, lo que indica disparidades significativas en salarios, acceso al empleo y segregación ocupacional.
Asimismo, el Informe Mundial sobre la Desigualdad destaca la profunda desigualdad climática. La mitad más pobre de la población mundial es responsable de menos del 10% de las emisiones globales, mientras que el 10% más rico genera el 77%, y sólo el 1% más rico emite más que la mitad inferior (en términos económicos) de la humanidad. Estas diferencias se explican no sólo por el consumo, sino también por la propiedad de activos intensivos en carbono, que vincula directamente la crisis climática con la concentración de la riqueza. Al mismo tiempo, las poblaciones de bajos ingresos están más expuestas a los efectos del calentamiento global y tienen menos recursos para adaptarse.
Una desigualdad tan elevada tiende a socavar la confianza en las instituciones democráticas y reforzar los desequilibrios territoriales y generacionales.
El informe advierte que estos niveles extremos de desigualdad tienen consecuencias económicas, sociales y políticas de gran alcance. La concentración de la riqueza limita la igualdad de oportunidades, reduce la movilidad social y debilita la capacidad de los estados para financiar bienes públicos básicos. Además, una desigualdad tan elevada tiende a erosionar la confianza en las instituciones democráticas y reforzar los desequilibrios territoriales y generacionales.
el futuro
Frente a esta tendencia, el Informe sobre la desigualdad mundial insiste en que la desigualdad no es un resultado inevitable del crecimiento económico, sino un producto de decisiones políticas. El informe afirma que los países que mantienen sistemas tributarios más progresivos y mayores niveles de gasto social logran reducir significativamente la brecha de ingresos. Por ello, propone reforzar la fiscalidad de las grandes fortunas y herencias, combatir la evasión y elusión fiscal y aumentar la inversión pública en educación, sanidad y transición ecológica como instrumentos clave para una redistribución más justa de los frutos del crecimiento y frenar la actual dinámica de concentración extrema de la riqueza.
Sin embargo, el aumento extremo de la desigualdad no puede interpretarse como un accidente histórico o como un simple resultado de malas decisiones políticas reversibles dentro del sistema. Por el contrario, los datos del Informe Mundial sobre la Desigualdad confirman que la creciente concentración de la riqueza es una consecuencia estructural de la lógica del capitalismo, basada en la primacía del capital sobre el trabajo, la acumulación ilimitada y la mercantilización de áreas cada vez más amplias de la vida social.
La relativa contención de la desigualdad durante los llamados Gloriosos Treinta –entre el final de la Segunda Guerra Mundial y mediados de los años 1970– fue una excepción histórica, sostenida por condiciones extraordinarias: altos niveles de crecimiento, fuertes estados de bienestar, sindicatos poderosos y, sobre todo, la existencia de un bloque socialista que actuó como límite de presión externa y fuente de presión sistémica.
Como señaló Eric Hobsbawm, con el colapso de la URSS, el capitalismo dejó de tener miedo. Desde los años 1980, la ofensiva neoliberal ha desmantelado progresivamente los mecanismos de regulación, redistribución y control democrático de la economía, permitiendo que la lógica de la acumulación opere sin ningún contrapeso. El resultado es un escenario actual caracterizado por una desigualdad obscena y persistente, que Nancy Fraser Lo definimos como capitalismo caníbal (y yo como necronomía), capaz de devorar no sólo el trabajo, sino también la naturaleza, los cuidados y los propios fundamentos sociales que posibilitan su reproducción.
comer rico
Cuando se lee el Informe sobre la Desigualdad Mundial, se percibe una sensación de trágica ironía muy cercana a esa Jonathan Swift en Una propuesta modesta. En aquel breve y famoso panfleto satírico publicado en 1729, Swift pretende proponer con absoluta seriedad y lenguaje económico que los niños pobres de Irlanda sean vendidos como alimento para los ricos, presentando esta barbarie como una solución racional al hambre, la pobreza y la «carga» que los pobres representan para la sociedad. Llevando la lógica utilitarista y mercantil de su época a su máximo absurdo, Swift buscó denunciar la deshumanización implícita en un orden social que trataba a los pobres como excedentes económicos.
Lema «comer rico” deja de ser una provocación o un mero eslogan radical para adquirir un significado simbólico preciso.
Algo parecido ocurre hoy, aunque sin necesidad de sátira. Los datos del Informe sobre la Desigualdad Mundial describen un mundo en el que la mitad más pobre de la humanidad apenas posee nada, mientras que una pequeña minoría concentra una riqueza difícil de imaginar. La diferencia con Swift es preocupante: lo que en el siglo XVIII requería del recurso literario de la hipérbole, hoy se presenta como un resultado «normal» del funcionamiento de la economía global, legitimado por gráficos, modelos y discursos tecnocráticos.
En este contexto, el lema «Cómete a los ricos» deja de ser una provocación o un simple eslogan radical y adquiere un significado simbólico preciso. Sus orígenes son difusos, pero hunde sus raíces en una larga tradición: la advertencia ilustrada atribuida a Rousseau –cuando los pobres no tienen nada que comer, los ricos comerán–, la retórica socialista y anarquista de los siglos XIX y XX, y su posterior transformación en movimiento anticapitalista y movimiento anticapitalista. Si el capitalismo -en su actual fase financiera y neoliberal- se comporta de manera caníbal, devorando trabajo, naturaleza y cuidados, el lema irónicamente invierte la metáfora: señala a quienes, en un sentido estructural, ya están «comiéndose» el mundo.
Frente a gráficos asépticos y promedios estadísticos, el lema «Comer a los ricos» nos recuerda que la desigualdad no es un fenómeno abstracto, sino una relación social atravesada por el poder, la violencia estructural y las decisiones históricas.
En este sentido, tanto la Propuesta Modesta como el lema «Cómete a los ricos» funcionan como dispositivos reveladores que nos obligan a mirar las realidades que el lenguaje económico tiende a neutralizar. Frente a gráficos asépticos y promedios estadísticos, recuerdan que la desigualdad no es un fenómeno abstracto, sino una relación social recubierta de poder, violencia estructural y decisiones históricas. Y sí, cuando estas relaciones alcanzan proporciones obscenas, la mordaz ironía puede ser una de las pocas formas efectivas de decir la verdad.
En el siglo XVIII, la brutalidad del orden social todavía necesitaba ser condenada a través de la sátira para ser visible; En el siglo XXI, la obscenidad de la desigualdad coexiste sin escándalo con la normalidad institucional. El problema ya no es sólo que existan propuestas «modestas» para gestionar la pobreza o la exclusión, sino que el propio sistema ha naturalizado niveles de desigualdad que hacen que estas ironías parezcan cada vez menos exageradas.
19/12/2025





