Una madrugada marcada por la violencia
El reloj apenas marcaba las 2:20 a.m. del 27 de junio, cuando una llamada de emergencia sacudió a los organismos de socorro de Duitama. Desde el sector de la calle 16 con carrera 11, la comunidad alertó sobre una agresión física en vía pública. Al llegar al sitio, la Defensa Civil halló a un hombre tendido en el asfalto, con signos vitales comprometidos y una herida grave con arma blanca.
Pese a la rápida atención prehospitalaria y el traslado inmediato al Hospital Regional de Duitama, el ciudadano, identificado como Juan Pablo Tibaduiza, lamentablemente perdió la vida minutos después.
Una segunda persona resultó herida en un brazo y se desplazó por sus propios medios al centro médico. Una tercera está siendo investigada por las autoridades, como parte del proceso judicial en curso.
¿Qué ocurrió realmente? La hipótesis que gira el caso
Según la Fiscalía 11 Seccional URI de Duitama, el presunto responsable de este crimen es Juan Fernando Rodríguez Mahecha, quien fue capturado, judicializado y enviado a la cárcel por decisión de un juez de control de garantías.
En las audiencias concentradas, el ente acusador imputó los delitos de homicidio doloso en concurso sucesivo con lesiones personales dolosas, cargos que Rodríguez aceptó. La versión oficial apunta a un hecho de violencia que pudo terminar en una tragedia aún mayor.
Rodríguez habría intentado atacar a su ex pareja y a su actual compañero sentimental, pero en medio de la escena intervino Juan Pablo Tibaduiza, quien trató de defender a la mujer y fue atacado con un arma blanca. La herida fue letal.
El puñal, los videos y los testigos: la prueba del crimen
Durante la diligencia judicial, la Fiscalía presentó testimonios clave, videos de seguridad y la recuperación del arma homicida, la cual fue encontrada escondida debajo de un vehículo.
Estas pruebas, según el juez, fueron suficientes para enviar al procesado al centro penitenciario de Duitama, mientras continúa el proceso formal de acusación.
Cuando una defensa valiente se convierte en blanco de la violencia
El caso ha conmocionado a Duitama. La víctima, Juan Pablo Tibaduiza, no solo era conocido por su labor como tatuador, sino por su calidad humana. Fue esa misma valentía, ese deseo de evitar una tragedia mayor, lo que terminó costándole la vida.
Fuentes judiciales indicaron que Rodríguez Mahecha también ejercía el mismo oficio, lo que ha generado diversas especulaciones sobre una posible rivalidad personal o profesional, aunque esa línea no ha sido confirmada por las autoridades.
Implicaciones legales del caso: lo que dice el Código Penal colombiano
El homicidio doloso, de acuerdo con el Artículo 103 del Código Penal Colombiano, puede acarrear una pena de 13 a 25 años de prisión, que puede aumentar si existen agravantes como la premeditación o la utilización de arma blanca.
A esto se suma el delito de lesiones personales dolosas, en concurso sucesivo, que también fue imputado al procesado, lo cual podría incrementar la severidad de la sentencia.
¿Y ahora qué sigue?
La investigación continúa. El hecho, que en principio parecía una riña callejera más, terminó revelando un contexto mucho más delicado: posible intento de feminicidio, homicidio en defensa de un tercero, y un entorno de agresión que pudo haber cobrado más vidas de no haber sido por la intervención de la comunidad.
El llamado ahora es a no normalizar la violencia y a promover acciones reales para prevenir ataques contra las mujeres y quienes intentan protegerlas.
Embriaguez, violencia y tragedia: una mezcla que sigue matando
Aunque el proceso investigativo continúa, se conoció que los hechos ocurrieron a las afueras del establecimiento Rokefeler, un bar ubicado en el barrio Salesiano de Duitama. Versiones preliminares apuntan a que varios de los involucrados habrían estado consumiendo alcohol, y que la situación se descontroló en un contexto marcado por la embriaguez colectiva.
Y es aquí donde cabe una reflexión inevitable: ¿cuántas tragedias más vamos a permitir que nazcan entre botellas? ¿Cuántas vidas se seguirán apagando bajo el efecto de la mezcla fatal entre alcohol y violencia?
Porque no es la primera vez que una riña, un intento de agresión o incluso un homicidio ocurre en la puerta de un bar, bajo el escudo del “solo estaban tomando”. Y no, no se trata de satanizar el licor, pero sí de poner sobre la mesa una verdad incómoda: el descontrol etílico puede ser el detonante de decisiones tan absurdas como irreversibles.
Duitama no puede seguir aceptando la normalización de la violencia en contextos de fiesta, de “parche” o de “copita más”. Porque cuando el sentido común se ahoga en aguardiente, el filo de un puñal encuentra espacio para hacer daño.
Un nombre que no se olvida
Juan Pablo Tibaduiza no murió por estar en el lugar equivocado, sino por tener el valor que a muchos les falta: interceder ante una injusticia. Su muerte no puede quedar en el silencio ni convertirse en una más entre las estadísticas de homicidios en Boyacá.
Desde estem edio expresamos y extendemos nuestras más sinceras condolencias a los familias, amigos y allegados de la víctima. Que puedan encontrar fortaleza en este dolorsoso momento. Descansa en paz Juan Pablo.
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