Ambas autorizaciones proponen defender el legado de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, mientras que el mundo está preocupado por construir la hegemonía de guerra y la política de electricidad.
De Beijing
Hace 80 años, la victoria de la guerra mundial antifascista fue un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Representó la apertura de un nuevo capítulo en la construcción de un orden internacional más estable y en la búsqueda de una paz duradera. En la actualidad, somos testigos de cómo el mundo está atravesando transformaciones drásticas. La tecnología ha tejido una red que conecta todos los rincones del planeta, y la globalización ha acercado a las naciones, como nunca antes. Sin embargo, no podemos ignorar el hecho de que los medios de comunicación y las redes sociales han priorizado el mercadeo, la difusión de noticias falsas, y la manipulación de la verdad, afectando la forma en que se comporta la población.
A medida que avanzamos, surgen nuevos y complejos desafíos. Esto implica que el fascismo puede manifestarse de múltiples formas. La incertidumbre global crece ante la inestabilidad política, la soledad y la continua polarización. Las nuevas tecnologías de información, como Internet y la inteligencia artificial, tienen la capacidad de influenciar a las masas, moldeando sus preferencias, deseos y elecciones políticas. En este contexto, la percepción de la realidad se ha distorsionado y se ha comprometido un sentido común que se aleja de hechos tangibles.
Entonces, surge la pregunta: ¿cómo podemos mantener la paz que tanto nos ha costado alcanzar? ¿Cómo podemos abordar de manera conjunta los desafíos globales que nos presionan? Y lo más crucial, ¿cómo podemos construir un futuro compartido para todos? Los presidentes rusos, Vladimir Putin y el chino Xi Jinping, se han esforzado por tejer esfuerzos conjuntos para preservar el legado de la victoria en la Segunda Guerra Mundial.
«La historia es un espejo»
Hace una década, Xi Jinping compartió en su discurso durante la 70. Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015: «La historia es un espejo, y solo a través de ella podemos aprender lecciones que eviten la repetición de los errores del pasado.» La historia de China ha sido marcada por momentos de miseria, hambre y guerra civil; sin embargo, esos tiempos han cambiado. Hoy, como potencia mundial y líder indiscutible, China aboga por la paz, no por la guerra.
A lo largo de siglos, países desarrollados se vieron impulsados a colonizar naciones más vulnerables; no obstante, China ha tomado un camino diferente. El presidente Xi Jinping ha enfatizado en numerosas ocasiones su compromiso con la paz. A medida que algunas naciones optan por el camino bélico, China se ve impulsada a clarificar su postura, optando, siempre, por la paz.
Es fundamental que reflexionemos sobre la historia con la admiración y el respeto que merece la humanidad. «El pasado no puede ser cambiado, pero el futuro puede y debe ser moldeado. La memoria histórica no debe convertirse en un refugio del odio. En lugar de eso, debemos esforzarnos por mejorar el futuro y legar un mensaje de paz a las generaciones venideras,» puntualizó el presidente Xi hace unos diez años.
«El pasado no puede cambiar, pero el futuro se puede construir. Aceptemos el aprendizaje del pasado, pero sin permitir que esas lecciones se conviertan en obstrucciones para el presente y el futuro,» añadió Xi en su reflexión en la sede de la ONU.
El legado de la paz
Cada visita se convierte en un pasaje y en un vehículo para transmitir el legado de la paz. Durante la guerra antifascista, China y la Unión Soviética se apoyaron mutuamente en sus momentos de necesidad. Los voluntarios de la Fuerza Aérea Soviética lucharon junto a los soldados chinos, y más de 200 de ellos perdieron la vida en suelo chino. Muchos chinos, incluido Mao, el hijo mayor del difunto líder de Mao Zedong, se unieron a la lucha contra las tropas nazis en los momentos más críticos para la Unión Soviética.
Este sacrificio compartido establece un vínculo profundo entre ambas naciones, un lazo que se reforzará en encuentros como el que tuvo lugar entre Xi y Putin. La victoria en la guerra antifascista puso fin a la arrogancia y al ciclo de dominación de los regímenes fascistas. Marcó el inicio de un rechazo hacia las divisiones coloniales perpetradas por potencias imperialistas y sentó las bases para una nueva visión de paz y cooperación global.
Por ello, es crucial contextualizar cada encuentro en términos de un futuro por el que aspiramos, pero también recordando los capítulos más oscuros y crueles de nuestra historia. Este nuevo aniversario requiere una reflexión sobre nuestro presente y un compromiso renovado hacia un futuro de paz.