Gustavo Petro encarna la tensión entre su cambio de promesa y la persistencia de las viejas estructuras de poder. Aunque buscó oponerse y negociar con diferentes elecciones políticas de élite, nacionales, subnacionales y económicas, sus intentos de romper lo necesario para estar de acuerdo con ellos. En esa contradicción, la transformación se convierte en una rutina que reafirma más continuidad de los cambios reales.
Desde el comienzo de su mandato, Gustavo Petro insistió en confirmar que, aunque anotó el gobierno, no alcanzó el poder. Esta lectura de la fuerza, diferente de la visión liberal institucional, significa separación entre la fuente de legitimidad y ejercicios de dominio social, y especialmente, la existencia de ejercicio de dominio se forma por separado de los mecanismos de legitimidad. Esta brecha es importante para comprender la relación diferenciada con las élites elecciones políticas, las élites políticas nacionales y subnacionales y las élites de élite económicas.