22/May/2025. La celebración del Congreso del PKK en un tiempo casi de record así como la decisión de proceder al abandono de la actividad y la autodisolución de la organización no son acontecimientos que hayan cogido por sorpresa a quienes venimos acompañando desde hace décadas al movimiento kurdo. Sabemos que el culto a la personalidad de su presidente, Abdulah Ocalan es una línea roja difícil de cuestionar. Siendo así las cosas, tras su intervención el pasado mes de febrero en la que anunciaba que el PKK ya había cumplido su función y que lo que quedaba era organizar la disolución, solo era cuestión de tiempo que esa propuesta se convirtiera en realidad.
Quizás lo que más ha llamado la atención ha sido la escasa información sobre los temas realmente debatidos en el Congreso en una coyuntura de significativa inestabilidad regional. Parece claro que más allá de los comunicados oficiales tiene que estar produciéndose una fuerte actividad de diferentes contactos, políticos y diplomáticos, que gira en torno a las actuales condiciones para que se desarrolle, de verdad, un proceso de paz con contenidos concretos.
Siendo un elemento trascendente, y así lo reconoce Turquía, la existencia del PKK no tiene por qué ser determinante para la evolución de la lucha del pueblo kurdo. De hecho, en los últimos años se vienen levantando una serie de organizaciones y redes de carácter horizontal que facilitan la participación y reducen a la organización partidaria a un papel, en teoría al menos, de referencia ideológica simplemente. Conviene recordar que ya con la caída de la Unión Soviética se abrió un proceso de reflexión en el seno del PKK en el que se dieron pasos para modificar algunos aspectos que vinculaban su imagen y su modelo organizativo con una tradición marxista-leninista correspondiente a la época de la guerra fría. Así, la religión islámica que había jugado un papel muy marginal en la vida del PKK comenzó a tener un cierto acomodo en la práctica partidaria del mismo modo que la tradicional imagen de hoz y martillo fue sustituida por una antorcha encendida que se identificaba más con el rol del fuego en las tradiciones preislámicas de la región o con el Newroz, Día Nacional Kurdo, que se celebra con la quema de hogueras por ciudades, barrios y pueblos.
Se podría decir que hasta el secuestro/detención de Ocalan en 1999 el PKK venía realizando su propia renovación ideológica, muy lentamente y vinculada a las condiciones del momento, a finales del pasado siglo. El desarrollo de su defensa durante el juicio en su contra llevado a cabo en Turquía le permitió profundizar en los cambios que estaban ya en marcha hasta el extremo de generar la aparición del llamado nuevo paradigma con el que, al menos en la teoría, se rompió con elementos centrales del pasado: verticalismo, centralización, personalismo, militarismo, y se abrió paso a una etapa marcada por un modelo más abierto y participativo que consolidó una serie de cambios como el protagonismo de jóvenes y mujeres, incorporación de referencias ecológicas y abandono de viejos dogmas.
Estos cambios se reflejaron en un intento de modificar las relaciones entre el PKK y el Estado turco. Para ello, se procedió puntualmente a la disolución del PKK, que fue sustituido por el KADEK (Congreso para la Libertad y la Democracia en Kurdistán). Con esto se pretendía profundizar en los cambios internos y abrirse de cara a una posibilidad de negociación con el Estado turco. Sin embargo, esta apertura tropezó pronto con los límites impuestos tanto en Turquía como en Occidente: el PKK, el KADEK y otras organizaciones kurdas fueron declaradas ilegales e incorporadas al listado de organizaciones terroristas.
Todo ello ofreció un balance contradictorio. El PKK puso en marcha una nueva orientación, el confederalismo democrático. Con ello, logró cerrar la crisis que sacudió a la organización tras la detención de Ocalan, pero no fue capaz de abrir vía alguna de negociación con el Estado turco. Así las cosas, se decidió retomar el nombre de PKK como resultado de un proceso de refundación. La nueva utopía vino a dar un impulso renovado a un proceso que había entrado en crisis con la detención y juicio del líder.
Durante todo el tiempo que Ocalan ha permanecido en prisión se han producido periodos alternos de contactos con el gobierno turco y otros de ruptura con aislamiento carcelario. Así, entre 2008- 2010 hubo una tregua fáctica, en 2013 se abrió un proceso de negociaciones que se vio sacudido por el desarrollo de la guerra civil en Siria y acabó en ruptura poco después, retomándose los intercambios y comunicaciones que permitieron la declaración oficial de Ocalan desde la prisión en febrero de 2025.
Los procesos de negociación y desmovilización
Coincidiendo con el final de la Guerra Fría se abrieron a nivel internacional diferentes procesos de negociación con el objetivo de poner fin a algunos conflictos que quedaron enquistados durante la época de los bloque militares. Por citar algunos de los más significativos, estuvieron los procesos vinculados a los acuerdos de Esquipulas, en Centroamérica, que abrieron espacio a las elecciones en Nicaragua del año 1990, los acuerdos de Chapultepec, que pusieron fin a la guerra en El Salvador y, poco más adelante, los que afectaron a Guatemala y procedieron a la desmovilización de la guerrilla de la URNG.
Quizás los procesos más llamativos sean los diferentes que se fueron poniendo en marcha en Colombia durante los últimos treinta años. Con todas sus limitaciones, el primero fue el que afectó al M-19 y otras organizaciones menores, en 1991. Por su parte, las FARC han venido desarrollando sucesivos procesos de tregua, negociación y ruptura desde los años noventa del pasado siglo hasta la firma de los acuerdos de La Habana en el año 2016. Incluso el ELN, considerado el grupo más reacio a negociar con las autoridades, viene participando en contactos e intercambios desde la década de los noventa del pasado siglo con el gobierno colombiano de turno que han tenido lugar en Alemania, Estado español o Cuba.
Todo esto pretende transmitir la idea de que abrir un proceso serio de negociaciones de cara a una desmovilización definitiva y al abandono de la lucha armada supone la apertura de periodos dilatados en el tiempo que pueden atravesar fases de estancamiento con otras de avances negociadores. Cada caso cuenta con sus propias características diferenciales y los métodos de uno no tienen por qué servir para otro proceso más allá del marco comparativo. Los ejemplos se pueden incrementar con los desarrollados en otras latitudes (Mindanao en Filipinas o Aceh en Indonesia), llegando incluso a Europa con el caso de Irlanda del norte y los Acuerdos de viernes santo, por hablar solamente de aquellos procesos que han llegado a un acuerdo final de desmovilización. Particularmente interesante puede ser el caso vasco para el movimiento kurdo al tratarse de un proceso de renuncia y disolución que no contó con el reconocimiento del Estado español.
En comparación con todos ellos, el PKK parece haber iniciado una fase nueva sin obtener, de momento, nada a cambio. Se transmite una sensación de prisa (¿o agotamiento?) en la parte kurda, deseosa de abrir una fase nueva cuando la contraparte gubernamental apenas ha movido ficha. La ruptura del aislamiento de Ocalan y su declaración abrieron la vía a un nuevo periodo que para el movimiento kurdo pasa por un proceso de negociación. Sin haber alcanzado logros concretos por parte del Estado turco, se procedió al anuncio del abandono de la lucha armada y la disolución de la organización. Ya se sabe que en la política es importante lo que se ve y también aspectos que no se ven a simple vista. Así pues, será conveniente observar la evolución de los acontecimientos en el futuro inmediato para poder hacer una valoración más ajustada de los pasos que vamos conociendo.
En todo caso, esto no debe impedir la existencia de numerosos interrogantes sobre la evolución del movimiento kurdo, la estabilidad regional y las dudas con respecto a la consolidación de los avances logrados por el movimiento en las últimas décadas.
Un primer interrogante hace referencia a si estamos asistiendo a un intento de integrar al movimiento kurdo en el sistema político de Turquía. De ser posible esta hipótesis, sería necesaria una serie de cambios importantes que, al menos en el horizonte inmediato no se aprecian todavía: modificaciones legales sustanciales que afectarían al marco constitucional actualmente vigente, así como al reconocimiento efectivo de derechos de reunión, expresión, asociación, reconocimiento de diversidades culturales, liberación de miles de presos políticos, por citar algunas. El deseo de Erdogan de mantenerse en el poder a cualquier precio podría favorecer esta idea para lo cual es necesaria la aportación de la extrema derecha nacionalista (MHP) e interceptar al laico y kemalista CHP, hasta hace pocos años la base sobre la que se sustentaba el régimen turco. El desarrollo de esta línea otorgaría un protagonismo especial al grupo parlamentario DEM.
Una segunda preocupación hace referencia a la evolución de Siria tras la caída del régimen del Baas de Bacher el Assad. Todo hace pensar que se entró en una fase en la que habrá un reparto de zonas de influencia dentro de Siria, un norte para Turquía y un sur para Israel. Cómo encajará el movimiento kurdo esa nueva realidad es una incógnita. Durante décadas se denunció el reparto colonial de la región y la creación de fronteras artificiales. Ahora tenemos en el horizonte indicios de cambios que vendrían impuestos por el triunfo del proyecto colonial sionista, un escenario no previsto en los análisis políticos hasta fechas muy recientes. El movimiento kurdo tendrá que hacer equilibrios para mejorar sus posiciones en Turquía sin renunciar a lo alcanzado en el Nordeste de Siria.
En el nuevo escenario sirio habrá que resolver el problema del encaje de las realidades políticas generadas por el movimiento kurdo fuera de Turquía: caso de Rojava y la Administración Autónoma del NE de Siria (AANES). El paradigma del confederalismo democrático ha servido para organizar la zona kurda de Siria, extendiéndose hacia una zona geográfica que supera el estricto territorio kurdo (Rojava). No deja de ser una paradoja que la cabeza del movimiento tenga su base en Turquía, pero su criatura política se haya desarrollado en el exterior. Ensamblar ambas piezas puede dar lugar a tensiones. La desaparición del PKK como marco de referencia política podría tener unas consecuencias limitadas mientras se mantenga como alternativa el proyecto pankurdo de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK) como espacio de unidad y convergencia entre organizaciones afines a la idea del confederalismo de cualquiera de las partes del actual Kurdistán dividido. La redacción de una nueva Constitución para Siria y la necesidad de un nuevo marco legal en Turquía deberían de ser aprovechados para buscar fórmulas que permitan la continuidad de relaciones transfronterizas entre las diferentes partes del territorio kurdo.
Un elemento que genera especial preocupación es la existencia de un marco de garantías para el cumplimiento de los hipotéticos acuerdos a los que se pueda llegar que, entre otros elementos, debería prever el reconocimiento internacional para la verificación de los mismos. En febrero, tras la declaración de Ocalan, se habló del inicio de un nuevo periodo de negociaciones políticas. Transcurridos tres meses, no acaba de concretarse ese proceso. El movimiento kurdo sigue hablando de la necesidad de insistir ante los diferentes gobiernos europeos para que presionen a Erdogan de cara a dar contenido real a un proceso que no acaba de despegar pese a los pasos avanzados por el PKK. Una tarea urgente será la de crear un grupo de entidad internacional encargado de garantizar el cumplimiento de los acuerdos a los que se pueda llegar.
Particular trascendencia regional tendrá el desarrollo del proceso de desmovilización y renuncia a la lucha armada. De momento, a falta de acuerdos concretos, podríamos hablar de una acentuación de la derechización de toda la región de Oriente Medio. Hasta ahora el movimiento kurdo aparecía como la única fuerza laica y con vocación de transformación de las realidades políticas y estatales en la zona. Con un gobierno sionista-yihadista en Israel y la hegemonía de diferentes corrientes islámicas en los países árabes de la zona, la esperanza laica y emancipadora pasaba por la apuesta del movimiento kurdo y por el protagonismo concedido a las mujeres, sujeto colectivo oprimido por todos los actores políticos en liza. Está por ver el impacto que posibles acuerdos puedan tener sobre esta realidad.
El problema kurdo trasciende a la existencia del PKK
En todo caso, hay un elemento que conviene tener en consideración más allá de la disolución del PKK. El pueblo kurdo existe y se ha convertido en un actor político con el que hay que contar para analizar los problemas que afectan a los estados que se reparten desde hace más de un siglo Kurdistán. Cada una de las crisis que han afectado a la zona, y han sido muchas, ha tenido repercusión en las zonas kurdas. Los actores políticos kurdos, no siempre bien relacionados entre sí, se han consolidado y su presencia irá más allá de la desmovilización anunciada por el PKK. La trayectoria del movimiento kurdo en su conjunto está marcada por diferentes momentos de desafío y rebelión frente a los estados que sostienen el reparto establecido tras el final de la I Guerra Mundial. No hay renuncia a cuestionar el reparto colonial, las fronteras surgidas con el Tratado de Lausana, como tampoco la hay en lo que se refiere al origen izquierdista del movimiento surgido en Bakur (Kurdistán turco) en los años setenta que le confiere una identidad radical y transformadora que cuenta a sus espaldas con medio siglo de combates y de experiencias políticas.
Tino Brugos es miembro de la redacción web de viento sur.