Kiev. 24. Abril de 2025. Hace 11 años, Rusia llevó a cabo la rápida y controvertida anexión de Crimea, una región que pertenece a Ucrania. Este acto fue realizado de manera ilegal y sin derramamiento de sangre, pero tanto Kiev como la mayoría de la comunidad internacional nunca reconocieron dicha anexión. Actualmente, Crimea se ha convertido en el centro de atención de los esfuerzos realizados por los Estados Unidos para encontrar una solución pacífica a la guerra entre Ucrania y Rusia.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reunió con su homólogo ucraniano el miércoles, y acusó a Volodymyr Zelensky de extender un «bloqueo» en las negociaciones de paz. Trump insistió en que no se debe considerar a Crimea como parte de Rusia en ninguna propuesta de acuerdo futuro. En sus propias palabras, Trump dijo: «No hay nada que discutir. Crimea es nuestro país, el país del pueblo ucraniano». Este comentario subraya la postura firme de Ucrania frente a la anexión.
Sin embargo, Trump también criticó la actitud de Zelensky hacia las negociaciones, tildándola de «muy dañina» para el proceso. En su cuenta de redes sociales, Trump expresó: «Nadie le pide a Zelensky que reconozca a Crimea como territorio ruso, pero si está intentando ganar el reconocimiento de la península, ¿por qué no luchó durante los 11 años en los que estuvo bajo control ruso?». Durante el primer mandato de Trump, el gobierno de Estados Unidos dejó clara su posición de no reconocer Crimea como parte de Rusia.
La crisis de Crimea se originó entre 2013 y 2014, cuando una masiva protesta popular en Ucrania llevó a la destitución del presidente pro-ruso, Viktor Yanukovych. En este contexto, el presidente Ruso, Vladimir Putin, decidió lanzar una operación militar para anexar Crimea, que ha sido un punto estratégico en el Mar Negro. Las tropas rusas, con uniforme pero sin insignias, ocuparon rápidamente la península, desatando un conflicto entre Ucrania y Rusia que ha tenido repercusiones en las relaciones entre Moscú y Occidente en general.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países a Rusia tuvieron su origen en esta ilegal anexión, realizada el 18 de marzo de 2014. Solo países como Corea del Norte y Sudán reconocieron oficialmente este acto. La anexión de Crimea provocó un fuerte sentido de patriotismo en Rusia, con el lema «¡Crimea es nuestra!» convirtiéndose en un símbolo unificador bajo el liderazgo de Putin, cuya popularidad aumentó significativamente tras este evento.
Desde el momento de la anexión, las tensiones se intensificaron con el estallido de la guerra en el este de Ucrania, donde los enfrentamientos se prolongaron debido al respaldo de Moscú a los rebeldes pro-rusos. A pesar de las negaciones oficiales del Kremlin sobre su intervención, múltiples pruebas revelaron el apoyo militar ruso a los separatistas, lo que incluyó la implicación directa en incidentes trágicos, como el derribo del vuelo de Malaysia Airlines en 2014.
A medida que avanzaban los años, la situación se estancó, pero no desapareció. Las hostilidades continuaron hasta 2022, cuando Putin decidió realizar una invasión a gran escala de Ucrania. La geografía de Crimea ha hecho de la península un punto focal en estas tensiones; la región ha sido estratégica desde el siglo XVIII, cuando el Imperio Ruso comenzó a establecer su influencia en la zona. Crimea, que fue parte de Ucrania en 1954 y se volvió parte de su identidad nacional tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, se considera fundamental para el control de las actividades en el Mar Negro, una ruta clave para el comercio de granos y otros recursos.
Antes de la invasión, Rusia ya había movilizado tropas y recursos en Crimea, lo que permitió que las fuerzas rusas capturaran rápidamente gran parte del sur de Ucrania en los primeros días del conflicto. La estrategia militar rusa involucró asegurar al menos un corredor terrestre que conectara Crimea con otras áreas ocupadas de Ucrania como Donetsk, Luhansk y Jersón, bajo el marco de lo que Moscú denomina «Operación Militar Especial».
El enfoque diplomático de Zelensky cambió tras la invasión, volviéndose más firme en la idea de que Ucrania no cedería ningún territorio. La península se ha convertido en un campo de batalla, con Ucrania lanzando ataques en un esfuerzo por recuperar el control de Crimea, mientras que el reconocimiento internacional sigue siendo un punto de fricción significativo. Mientras tanto, la administración de Biden ha discutido propuestas que llamarían a congelar las fronteras, aunque los detalles son aún inciertos.
La compleja historia de Crimea, las aspiraciones de ambos países y el interés estratégico de las potencias extranjeras han mantenido la tensión en la región, con limitadas evidencias de un posible progreso hacia una resolución pacífica a corto plazo. A medida que las negociaciones avanzan, resulta evidente que la situación sigue siendo un aspecto crítico en las relaciones internacionales contemporáneas, así como en la estabilidad en Europa del Este.