El pasado viernes, un ladrón fue captado por cámaras de seguridad hurtando una bicicleta de marca Scott a plena luz del día en Ubaté, Cundinamarca.
Captado en video, sin miedo y en pleno centro
En la tarde del viernes 18 de julio, un nuevo caso de hurto quedó registrado en Ubaté, Cundinamarca. Esta vez, el objetivo fue una bicicleta marca Scott, de colores blanco, negro y rojo, que se encontraba asegurada en un bicicletero cerca de la Registraduría Municipal, sobre la calle 6.
Las cámaras de seguridad muestran con claridad cómo el sujeto merodea el lugar, analiza su entorno y, al ver la oportunidad, ejecuta el robo sin mayores obstáculos. Toma la bicicleta y desaparece en segundos, dejando otra vez una escena conocida: la impunidad absoluta frente al delito.
Robo y delito tipificado por la ley en tan solo minutos
Aunque a veces el hurto de una bicicleta se minimiza como “un caso menor”, en realidad se trata de un delito penal sancionado en el artículo 239 del código penal colombiano, el cual establece:
“El que se apodere de una cosa mueble ajena, total o parcialmente, con fuerza en las cosas o violencia sobre las personas o colocándola en estado de indefensión o inferioridad, incurrirá en prisión de uno a seis años y multa de uno a veinticinco salarios mínimos legales mensuales vigentes”.
Cuando se agrava por medios como el uso de herramientas para forzar seguros o cuando el bien hurtado tiene alto valor económico —como en este caso— la sanción puede aumentar.
Este tipo de hechos no pueden seguir siendo tratados como simples “denuncias ciudadanas”. Son delitos, y deben tener consecuencias reales.
La delincuencia descarada: como si nada
Cada vez más, los ladrones actúan sin vergüenza, sin miedo, sin límites. Roban en pleno día, en zonas centrales, frente a cámaras, con una tranquilidad que incomoda. Y lo más grave: saben que difícilmente les pasará algo.
Ubaté, como muchas otras ciudades, está viendo cómo el delito se normaliza mientras las autoridades van un paso atrás. Los ciudadanos denuncian, graban, comparten, pero si no hay justicia real ni investigaciones efectivas, el mensaje es claro: el crimen paga.
¿Y las soluciones?
No se trata solo de pedir más policías en las calles. Se trata de tomar en serio los delitos cotidianos. Porque detrás de cada bicicleta robada, hay una familia que confió en salir tranquila, una persona que trabaja todos los días, un joven que iba a estudiar, un ciclista que entrena.
La sensación de inseguridad crece, no porque la gente “exagere”, sino porque la calle se volvió territorio libre para los que viven del delito.
¿Y de qué sirve denunciar? Pues más de lo que muchos creen
Es cierto que hoy muchos prefieren subir un video a redes antes que acercarse a una estación de Policía. Y sí, a veces parece que es lo único que realmente mueve algo. Pero lo que pocos entienden es que las redes no tienen peso legal, y si el caso no queda registrado oficialmente, para las autoridades, simplemente no pasó.
Denunciar formalmente no es garantía de justicia inmediata, y eso también hay que decirlo sin rodeos. Pero sí permite que ese delito entre al radar oficial, que haga parte de las cifras que ayudan a identificar patrones, zonas de riesgo, horarios críticos. Es eso lo que permite construir estrategias más aterrizadas y reales para combatir la delincuencia.
Ahora, ¿qué pasa cuando sí hay captura? El problema no termina ahí. Porque lo que no se puede permitir es que las capturas se conviertan en una puerta giratoria: entran, salen, reinciden, y todo vuelve a empezar. Y eso, lamentablemente, pasa más de lo que debería.
Por eso, la denuncia es solo el primer paso. Lo que sigue es exigir que haya procesos serios, seguimiento judicial, y una justicia que no se quede corta. Porque de nada sirve tener un ladrón capturado si en pocos días ya está otra vez robando la bicicleta de otro.
TAMBIÉN LE PUEDE INTERESAR:
1