La personalidad y el pensamiento de cuatro popes high-tech ligados a Donald Trump con perfil ultraderechista, enfocados en eliminar al Estado para hacerse ricos ya sin límite.
Jonatan Taplin fue profesor de la Escuela Annenberg de Comunicación y Periodismo y director del Annenberg Innovation Lab en la Universidad del Sur de California entre 2008 y 2016. Es un hijo de los años 60 formado primero con los discursos de Martin Luther King y fue manager de Bob Dylan y productor de películas de Martin Scorsese y Wim Wenders, para derivar hacia otro mundo y ser ejecutivo del Grupo de Fusiones y Adquisiciones de Medios de Merrill Lynch en los años 80, creador del primer servicio de video on demand de internet en los 90. También es crítico cultural y autor de libros sobre arte y tecnología en el nuevo milenio. En su libro más reciente –El fin de la realidad; Ediciones Universidad Nacional de Tres de Febrero– denuncia “la mayor estafa del siglo XXI”: el metaverso, las criptomonedas, los viajes espaciales y el transhumanismo que venden cuatro multimillonarios. Se refiere a Peter Thiel, Mark Zuckerberg, Marc Andreesen y Elon Musk, quienes “están llevando a la bancarrota de nuestra sociedad en un momento en el que las crisis de la desigualdad de ingresos, el clima y la democracia se agravan para crear una disparidad de riqueza épica, mientras promocionan planes diseñados para desviar la atención de los temas que realmente importan; cada uno de estos planes supone una amenaza existencial en términos morales, políticos y económicos”.
-P.: Su libro El fin de la realidad cita a Timothy Snyder: “Si nada es verdad, entonces todo es espectáculo”. Algunos dicen que la verdad se mide por el número de personas que la creen. Desespera ver cómo llegan al poder figuras que rozan la esquizofrenia y no dicen más que mentiras. Donald Trump fue reelegido y Javier Milei sigue en pie. Las falsedades pueden engañar un tiempo y servir para ganar una elección, pero no se puede gobernar únicamente con falsedades. ¿Cómo podemos medir con precisión el poder real de las falsedades?
-R.: La IA aumentará el número de deep fakes. Nuestra capacidad para saber qué es verdad en los textos o las imágenes se verá muy cuestionada en los próximos años. Esto significa que cuatro multimillonarios –Elon Musk, Peter Thiel, Mark Zuckerberg y Marc Andreessen— están creando un mundo en el que “nada es verdad y todo es espectáculo”. Si queremos indagar cómo hemos llegado a una situación de desigualdad de ingresos tan radical y a la amenaza de una segunda Guerra Civil estadounidense, hay que fijarse en estos personajes: “Las billeteras más grandes pagan las luces más deslumbrantes”. Los cuatro forman una especie de consejo de administración entrelazado de Silicon Valley en el que cada uno de ellos invierte o forma parte del consejo de administración de las empresas de los otros cuatro. Y este es el mundo que han creado los tecnócratas. Según la consultora Eurasia Group “tu información personal será pirateada. Los algoritmos alimentados con datos sesgados tomarán decisiones destructivas que afectarán la forma de vivir, trabajar y amar de miles de millones de personas. Las turbas on line crearán caos incitando a la violencia y provocando pánico en las bolsas. Decenas de millones de personas se verán arrastradas por las teorías conspirativas. Lo único que todas estas realidades tienen en común es que emanan del espacio digital, donde un puñado de grandes empresas tecnológicas –y no los gobiernos– son los principales actores y ejecutores”. Los resultados de esta anarquía digital se ven en los resultados de una encuesta de Benenson Strategy Group en octubre de 2022. El porcentaje de votantes registrados que creen que “el gobierno federal de EE.UU. está controlado por una camarilla secreta” fue del 44 %. El 63 % de los republicanos creía en este principio central de la filosofía Q Anon y –lo más sorprendente– el 41 % de los independientes y el 37 % de los demócratas también lo creen. El auge del pensamiento fantástico sigue la estela del auge de las redes sociales.
-P.: ¿Cree Donald Trump sus mentiras o sabe que miente?
-R.: La verdad no tiene ningún valor para Donald Trump. En su primer mandato aprendió que su base no le castiga por decir mentiras.
-P.: ¿Por qué Musk rompió con Trump? ¿Simples egos? Trump perjudicó a Tesla que fabrica en China.
-R.: Como dejé claro en mi libro El fin de la realidad, Elon Musk no es un genio. No inventó el auto Tesla; compró la empresa y luego despidió al inventor. No diseña los cohetes para Space X: los comercializa. Es ante todo un artista del autobombo publicitario. ¿En qué mundo se podría considerar genial imaginar que unirse al gobierno de Trump para recortar drásticamente la plantilla federal le haría ganarse el cariño de los clientes liberales que se jactan de su virtud, que son la mayoría de los propietarios de Tesla o sus clientes potenciales? Fue una decisión estúpida que le hizo perder cientos de millones de dólares. Los cínicos podrían añadir que la ruptura decisiva de Musk con Trump a principios de junio de 2025 fue un intento de volver a ganarse el favor de los liberales. No funcionó. Y mientras Trump presionaba con fuerza para castigar a Musk por su apostasía, los colegas multimillonarios tecnológicos de Musk permanecieron en silencio. Como escribió Jonathan V. Last en el diario The Bulwark: “Es oscuramente divertido que los oligarcas que buscaban utilizar su dinero para socavar el liberalismo no entendieran que el dinero les otorgaba poder, gracias al liberalismo. Para ser un grupo de supuestos genios, estos hombres fueron catastróficamente estúpidos”.
-P.: Uno de los popes high-tech de su libro es Peter Thiel quien estudió filosofía y también derecho en la Universidad de Stanford. Es un inversor cofundador de PayPal con Elon Musk y primer inversor externo de Facebook. Es dueño de Founders Fund y de Palantir Technologies, una polémica empresa de análisis de datos. Es un libertario y cree que el progreso viene de “monopolios creativos”.
-R.: Thiel ha sido un luchador de extrema derecha desde los 16 años. Y aunque Musk, Andreessen y en cierta medida Zuckerberg eran liberales amantes de Obama en 2015, ahora están todos alineados con la filosofía libertaria de extrema derecha de Thiel. Representa la mentalidad de “moverse rápido y romper cosas”, la idea de que nada debe interponerse en el camino del progreso tecnológico. Y como hoy tiene una influencia política desmesurada en el Partido Republicano, puede influir en la legislación y las políticas. En 2015 Thiel dijo: “Una de las cosas que me gustan de la tecnología es que, cuando no está regulada, puedes cambiar el mundo sin necesidad de obtener la aprobación de otras personas. En el mejor de los casos, no está sujeta al control democrático ni a las mayorías, que creo que a menudo son hostiles al cambio”. Peter Thiel no cree en la democracia ni le gusta la competencia. “Es para tontos” —declaró al Wall Street Journal— “si quieres crear y capturar valor duradero, busca construir un monopolio”. Thiel nació en Alemania en 1967; cuando tenía un año, su padre Klaus trasladó la familia a Cleveland. Antes de que Peter cumpliera 9 años, la familia se mudó a Swakopmund en el suroeste de África (hoy Namibia) donde Klaus fue contratado por una explotación minera de uranio. El suroeste de África era parte de la Gran Sudáfrica bajo un régimen de apartheid. Peter fue enviado a una escuela alemana muy estricta que exigía uniformes y aplicaba castigos corporales. Más tarde contaría que ese fue el comienzo de su búsqueda de una filosofía de vida libertaria. A pesar de su experiencia escolar, le encantaba Sudáfrica. Incluso en la universidad se esforzó por defender el apartheid. Como dice su biógrafo Max Chafkin: “Una estudiante afroamericana confrontó a Thiel por su postura a favor del apartheid… Thiel la miró sin comprender y le dijo que la negación sistemática de los derechos civiles a los negros en Sudáfrica era económicamente sensata. Cualquier cuestión moral era irrelevante”. En la universidad, Thiel fundó la revista The Stanford Review. La publicación se propuso destruir los esfuerzos de Stanford por introducir la diversidad y el multiculturalismo en el plan de estudios. Al igual que los otros tres hombres perfilados en mi libro, Thiel es un cúmulo de contradicciones, pero sin duda una de las más extrañas era la escandalosa homofobia de The Stanford Review. Aunque Thiel no admitió su homosexualidad hasta 2007, resulta extraño que él y muchos de sus amigos del equipo editorial fueran homofóbicos militantes que ocultaban su homosexualidad.
-P.: Marc Andreessen es un pionero de internet en EE.UU. y cofundó Netscape, figura clave en el mundo de la inversión en tecnología a través de su firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz. Es conocido por su optimismo tecnológico radical.
-R.: A Marc Andreessen no le gusta que lo toquen. Como señaló Tod Friend en su perfil en The New Yorker: “odia que lo feliciten, lo miren o lo abracen, y ha jugado con la idea de usar una camiseta que diga “No abrazar, no tocar”. No entiende las normas de la charla social y prefiere recibir un memorándum al que pueda responder por correo electrónico, escribiendo a 140 palabras por minuto”. ¿Qué debemos pensar del hecho de que, al igual que sus compañeros, Andreessen esté inventando las redes sociales del mañana sin tener ninguna habilidad social real? ¿Es por esto que le atrae tanto el Metaverso? En el Metaverso nunca tienes que preocuparte de que alguien se acerque y te abrace. Literalmente puedes desplegar un escudo alrededor de tu avatar que mantiene a los extraños a tres metros (virtuales) de distancia. Simon Baron-Cohen, director del Centro de Investigación del Autismo de Cambridge, ha dicho que las personas con autismo “pueden estar menos interesadas en seguir a la multitud y ajustarse a las normas sociales. Y pueden pensar de forma más independiente”. Quizás la infancia sin amor de Andreessen explique en parte esta dureza. Sobre sus padres, descendientes de escandinavos, le dijo a un amigo: “Ellos no me querían y yo tampoco los quería mucho”. A ese amigo le comentó: “El estado natural de los seres humanos es ser agricultores de subsistencia y esa era mi expectativa”. Y añadió que su mundo era “escandinavo, duro, con gente muy abnegada que pasa por la vida sin esperar ser feliz”. Andreessen creó el navegador Mosaic –el primer navegador web popular– mientras trabajaba en el Centro Nacional de Aplicaciones de Supercomputación (NCSA) y asistía a la Universidad de Illinois Urbana-Champaign. Pero esta historia tan difundida no es exactamente cierta. En 1991, el invento de Tim Berners-Lee –la World Wide Web– se había extendido entre la comunidad científica como una forma de compartir información. Tony Johnson, físico de la Universidad de Stanford, creó un navegador web llamado Midas que usaba para mostrar fórmulas científicas y gráficos. Andreessen descargó el navegador y escribió a Johnson: “¡Magnífico! ¡Impresionante como el demonio!”. A continuación, Andreessen envió una larga lista de errores que había descubierto en el sitio y sugirió que él y Johnson colaboraran en una versión mejorada. Johnson le respondió que Midas satisfacía sus necesidades y que quería volver a la física. Sin desanimarse, siguió adelante por su cuenta y encontró un socio en el NCSA en la persona de Eric Bina, conocido como el programador con más experiencia del Centro. Este aceptó el reto y creó un avance del navegador en una semana. El ascenso de Trump ha empujado a Andreessen al complejo militar-industrial. Como escribió Andreessen en 2019: “Creo que ahora estamos asistiendo a la creación de una nueva generación de proveedores de defensa al estilo de Silicon Valley que pueden moverse más rápido y de forma más inteligente, y que se especializan en aplicar la vanguardia de la tecnología moderna de formas originales. En Andreessen Horowitz ya hemos financiado con orgullo a empresas de este sector como Shield I AI, cofundada por un ex miembro de los Navy Seals –la fuerza de operaciones especiales de la Armada– que hoy fabrica drones autónomos con IA que ven, razonan, buscan y despejan espacios para proteger a los militares”. Los drones sin piloto de Shield AI que “despejan el campo de batalla” al abalanzarse sobre el enemigo, son el ejemplo perfecto de una máquina super inteligente que puede no ser dócil ni totalmente controlable.
-P.: Peter Thiel dijo que la capacidad de mover dinero con fluidez y la erosión del Estado-nación están relacionadas. Y ha dicho que no cree que la libertad y la democracia sean compatibles. ¿El trasfondo del libertarismo es una ideología impulsada por tecnócratas multimillonarios para convertirse en totalmente autónomos del Estado? ¿Aspiran a que el mundo digital tenga autonomía y desregulación absolutas para no pagar impuestos y llevar a cabo cualquier extracción de datos personales que deseen? ¿Impulsaron el libertarismo o lo vieron y se subieron a él para gobernar el mundo ellos mismos sin intermediarios? Quizá, esta ideología no sea más que una versión políticamente incorrecta del neoliberalismo. En España dicen que “Vox es el PP a las 4 a.m. ya borracho”.
-R.: La consigna MAGA “Make America Great Again” representa un intento desesperado por aferrarse a las viejas jerarquías de los ´50 que tanto atraen a Trump. Sin embargo, el nuevo mundo que Elon Musk y Mark Zuckerberg desean crear, dominado por pocos multimillonarios del cripto y la IA, plantea enormes riesgos para nuestra democracia. El futuro que imaginan Thiel, Musk, Andreessen y Zuckerberg es una monarquía o dictadura basada en la IA en la que sus fortunas estén a salvo. Gramsci escribió: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Nos encontramos en un interregno. Tanto Trump como Milei están tratando desesperadamente de evitar que muera el viejo mundo en el que una clase social gobernaba sin disidencia. Pero el interregno ha sido muy bueno para los multimillonarios tecnológicos ya que los gobiernos republicanos y demócratas les han dejado establecer la política tecnológica. Desde 2012 la fortuna de Musk ha pasado de 2.000 millones de dólares a 447.000 millones y la de Zuckerberg, de 44.000 millones a 224.000 millones. Trump y JD Vance no son más que el vehículo que protege a esos imperios de la regulación gubernamental y a esas fortunas de los impuestos. Estos cuatro personajes high-tech conspiran con Trump y Vance para dar un mazazo a los elementos esenciales de la innovación estadounidense: nuestras cultura y universidades. Instituciones como bibliotecas, universidades, medios de comunicación públicos y museos ayudan a transmitir los valores del pasado a los ciudadanos del futuro. En un discurso de 2021 ante la Conferencia Nacional Conservadora, J. D. Vance dijo: “Si alguno de nosotros quiere hacer las cosas que quiere hacer por nuestro país y por las personas que viven en él, tenemos que atacar de forma honesta y agresiva a las universidades de este país”. Vance cree que si se controlan las universidades, se puede dictar la cultura, tal y como hicieron los soviéticos tras la revolución de 1917.
-P.: Usted dice que los libertarios apelan a la nostalgia por el pasado y al mismo tiempo, a una utopía futurista. Milei añora los años ’30 y a Menem; al mismo tiempo sueña con centrales nucleares y data centers en la Patagonia. Trump dice “Hagamos grande de nuevo a EE.UU.” mientras se aferra a tecnócratas futuristas. ¿Son estas meras herramientas retóricas sin fundamento real, ni en el pasado ni en el futuro?
-R.: Hay una división casi religiosa entre el evangelio de la nostalgia y el evangelio del progreso. La promesa del evangelio de la nostalgia es “hacer que EE.UU. vuelva a ser grande”. Su lógica predeterminada es que en aquellos años 50 –cuando las opiniones de los hombres blancos nunca eran cuestionadas por las personas de color, las mujeres, los inmigrantes o los individuos queer– el mundo era más seguro; que necesitamos volver a él. Por el contrario, el evangelio del progreso –como escribió Marc Andreessen— es: “Creemos que no hay ningún problema material creado por la naturaleza o por la tecnología que no pueda resolverse con más tecnología”. Su lógica es: “Dejen de quejarse”. Los salarios estancados, el aumento de las enfermedades mentales causadas por las redes sociales, la caída de la propiedad de viviendas y el calentamiento global pueden ser malos, pero al menos tenemos iPhones. Tras el revés republicano en las elecciones de mitad de mandato de 2022, Peter Thiel pidió un Partido Republicano que pudiera unir “al sacerdote, al general y al millonario”, una frase que podría haber salido de Vladimir Putin. Y la clase política republicana hizo todo lo posible por cumplirlo, prometiendo prohibir el aborto (el sacerdote), aumentar el presupuesto de defensa (el general) y bajar los impuestos (el millonario). Pero en las elecciones de 2024 ocurrió algo extraño. Los futuristas decidieron aliarse con la nostálgica multitud MAGA de Trump, y Musk proclamó que su miedo a la delincuencia y la inmigración eran los temas más importantes. Musk ya había hecho una gran apuesta por este comercio apocalíptico con la camioneta artillada Cybertruck de Tesla. Según Michael Rock “el Cybertruck es la encarnación de la cultura del miedo en este momento… todo gira en torno a esa horda invasora que hay ahí fuera, y tú estás dentro de este contenedor a prueba de balas”. ¿Pero la coalición entre la nostalgia y el progreso duró poco? A finales de 2024 aparecieron fracturas a esa visión: empresarios high tech expresaron su deseo de importar ingenieros de software extranjeros. La multitud de MAGA reaccionó con furia.
-P.: Thiel fantasea con la inmortalidad. Musk quiere escapar a Marte (donde instalaría robots mineros); y Bezos, apenas más realista, desea instalar ciudades-fábrica que floten en la estratosfera. Zuckerberg es más íntimo: propone escaparse al espacio digital con lentes de realidad virtual para sumergirnos en un Metaverso que nunca llega, pero que si lo hiciera, convertiría el mapa en un nuevo territorio. ¿Por qué es tan popular esta cultura de la evasión entre estos magnates, si no parecen estar pasándola mal en la Tierra?
-R.: Estos magnates de la tecnología crecieron leyendo ciencia ficción. Trump ha proclamado que estamos entrando en una Edad de Oro gracias a hombres como Musk y Zuckerberg, que se han aliado con su programa político. Pero yo quiero proponer otra posibilidad: que los próximos diez años podrían ser la era más caótica y políticamente inestable de la historia de EE.UU. ¿Y si Musk tiene razón y, en diez años, la mayor parte del trabajo físico lo realizaran robots que él está fabricando? Aunque siempre soy escéptico con las predicciones de Musk, él afirma que habrá 10.000 millones de robots en 2040. Un titular del Wall Street Journal de julio de 2025 afirmaba: “Amazon está a punto de utilizar más robots que humanos en sus almacenes”. ¿Y qué pasaría si gran parte del trabajo cognitivo lo realizaran la IA de Musk y otras cuatro empresas? El director ejecutivo de Ford, Jim Farley, dijo al público del Aspen Ideas Festival en junio de 2025 que “la IA va a sustituir literalmente a la mitad de los trabajadores de oficina de EE.UU”. Si tiene razón, la Edad de Oro se convertiría en una pesadilla distópica.





