Más destructivo y más rentable: el emplazamiento de Trump al sistema militar-industrial de Estados Unidos – El informante

Impulsados por vientos occidentales, en los últimos meses han circulado rumores descabellados en los principales medios de comunicación franceses: Trump no está interesado en las guerras. ¿Y el repetido deseo de compartir los recursos minerales de Ucrania con Rusia, que ya se ha apropiado de aproximadamente un tercio? ¿Y el aumento del apoyo militar a Israel en su guerra en Gaza y la discusión de un plan B (o A) con Netanyahu para ayudarle a cumplir su sueño de destruir el régimen iraní? ¿Y la amenaza de no defender a Europa, a menos que gaste más en su defensa contra Rusia? Todo ello no sería militarismo, sino una concepción pragmática y “transaccional1 del presidente Trump.

Por tanto, no debe sorprendernos que, ante la pregunta que les plantea Le Parisien: “Tras el acuerdo entre Israel y Hamás, ¿y si Trump se presentara al Premio Nobel de la Paz?”, investigadores pertenecientes a dos influyentes think tanks franceses se sientan obligados a responder afirmativamente. Uno afirma que “Donald Trump mira su legado. Le gustaría obtener el Premio Nobel de la Paz” y el otro afirma que “lo busca, sin duda, y eso pasaba por un acuerdo” 2 (sobre Ucrania, C.S.).

Por respeto a los lectores y lectoras, este artículo no responderá a esta pregunta obscena planteada por ese periodista. Su objetivo es analizar la política de Donald Trump con respecto al complejo militar-industrial estadounidense, que se puede resumir en esta consigna: más destructivo (gracias a la inteligencia artificial) y más rentable (gracias a la simbiosis del sistema militar-industrial y los mercados financieros). Este imperativo va acompañado de un cheque de 1 billón de dólares para financiar el presupuesto militar. El anuncio lo hizo el propio Trump durante su reunión con Netanyahu. Declaró: “Un billón. Nadie ha visto nunca algo así. Vamos a tener un ejército muy, muy poderoso” 3. Por una vez, no se trata de fanfarronería: esto supone un aumento del 12 % en 2025-2026 con respecto al presupuesto militar de 2024.

Para comprender el comportamiento del presidente, más allá de constatar que “habla como Hitler, Stalin y Mussolini” 4, es necesario, en primer lugar, situar al personaje, incluyendo sus rasgos de carácter, en el contexto histórico contemporáneo, el del momento 2008 [véase “La peligrosa alianza de la inteligencia artificial con la tecnología militar” del mismo autor en esta web). A continuación, el artículo aborda las transformaciones provocadas por la inteligencia artificial (IA). La IA constituye una triple amenaza para los seres humanos en todos los ámbitos: en su calidad de trabajadores, ciudadanos y civiles amenazados por las guerras. El auge de la IA en el ámbito militar ofrece al sistema militar-industrial un trampolín para su regeneración. Este auge se ve estimulado por la competencia entre, por un lado, las empresas digitales (GAFAM y start-ups) y, por otro, los grandes grupos contratistas tradicionales del Departamento de Defensa (Department of Defense, DoD) que, como siempre ocurre en el ámbito de la defensa, también integran un alto grado de colusión. Por último, el artículo subraya que la evolución autoritaria del Estado impulsada por Trump, que en muchos aspectos evoca una aventura bonapartista, está vinculada al doble objetivo de seguridad nacional relacionado al sistema militar-industrial: represión liberticida en el interior y preparación de un conflicto a gran escala con China.

El caos como perspectiva
El presidente Donald Trump está lanzando a Estados Unidos a una carrera hacia el precipicio en la que la economía mundial y la humanidad corren el riesgo de ser engullidas. Trump siembra el caos, pero no tiene ninguna certeza de que vaya a cosechar los beneficios. El director general de JP Morgan, la fortaleza histórica del capital financiero estadounidense (4 billones de dólares en activos financieros en todo el mundo y 6000 millones de beneficios en 2024) considera que “el riesgo es extraordinario. La tercera guerra mundial ya ha comenzado” 5.

Es aquí donde los personajes se encuentran con las leyes de la historia: el cortoplacismo de Trump –que ya se traduce en errores en sus decisiones– es un reflejo del cortoplacismo del horizonte del capital estadounidense. De hecho, el declive de la hegemonía de Estados Unidos se ha acelerado desde finales de la década de 2000. Lo que yo denomino el momento 2008 se caracteriza por una coincidencia única de temporalidades entre una crisis financiera que se transforma en una larga depresión, una exacerbación de las rivalidades militares y económicas entre las grandes potencias y una degradación ecológica acelerada que desintegra las condiciones físico-ambientales de reproducción de la vida.

Los pensadores dominantes, preocupados por acabar con una defensa imposible de la globalización inclusiva, hablan ahora de policrisis. Esta expresión traduce cierta confusión, pero evita arrojar demasiada luz sobre el hecho de que estas múltiples crisis enfrentan al capitalismo globalizado, jerarquizado, militarizado, pero también diversificado (desde Estados Unidos hasta China, pasando por Francia y Alemania) a sus límites históricos.

En un artículo dedicado a Steve Bannon, un asesor apreciado por Trump por la desinformación en las redes sociales y las verdades alternativas que ha sistematizado, se señala que “toda la clase política estadounidense se da cuenta cada vez más de que el control del sistema geopolítico funciona ahora, hasta cierto punto, en piloto automático” 6.

Sin embargo, esta visión es muy parcial, ya que reduce el momento 2008 a una crisis geopolítica sin piloto. No obstante, esta constatación revela el fracaso de las administraciones Obama, Trump I y Biden a la hora de frenar el retroceso económico de Estados Unidos. La administración Obama lanzó el giro hacia China a principios de la década de 2010 con el objetivo de contener la economía y el militarismo de China. La administración Biden (2020-2024) desarrolló notablemente las medidas proteccionistas que había tomado Trump I (2016-2020). La secretaría del Tesoro recomendó entonces la desconexión de las economías de Estados Unidos y China, y expresó su deseo de que, en adelante, los grandes grupos occidentales “se relocalizaran en países amigos” 7. Por primera vez en 2021, a petición de la administración Biden, la OTAN, la Alianza Atlántica, mencionó a China en un comunicado y calificó a este país de “rival sistémico”, un término similar al utilizado por Estados Unidos desde 2017 8 (sic).

Sí, pero… El endurecimiento progresivo y continuo de la política estadounidense, desde Obama hasta Trump I y luego Biden, no ha bastado para frenar el ascenso chino. Y los déficits comerciales y presupuestarios de Estados Unidos han seguido aumentando de forma notable y contraria a su influencia geopolítica, a pesar de que representan el 40 % del gasto militar mundial.

En estas condiciones, ¿podrían los ciudadanos de Estados Unidos reelegir en noviembre de 2024 a un presidente que se había quedado momentáneamente dormido durante un debate televisivo con su rival Donald Trump?

Por eso, el comportamiento errático de Trump, independientemente de que refleje o no un rasgo de su carácter, traduce más profundamente el hecho de que Estados Unidos ya no tiene otra visión estratégica que impedir que China continúe su ascenso económico y geopolítico. No hay garantía de que la diplomacia denominada en el mundo anglosajón diplomacia del borde del abismo (brinkmanship diplomacy), liderada por Trump, alcance sus objetivos declarados de reconquistar el mercado interno de Estados Unidos y detener el ascenso chino. Tras unos meses, un primer balance de la situación de Estados Unidos apunta más bien a resultados contrarios. En realidad, el grado de interdependencia alcanzado hoy por el mercado mundial transforma la desconexión esperada por la Administración Trump en una fragmentación geopolítica acelerada hasta el punto de sacudir el bloque transatlántico.

Ante el caos que amplifica, Trump sabe que puede contar con el sistema militar-industrial para poner orden en el país y preparar el enfrentamiento militar con China.

La inteligencia artificial en el orden militar-securitario
En 2023, las consultoras estiman que el mercado mundial de la IA con fines militares se situará entre 8000 y 10 000 millones de dólares, y el mercado mundial orientado al sector civil, en unos 800 000 millones de dólares. Estas magnitudes indican dónde se sitúan las dinámicas económicas, pero estas cifras de la IA no deben llevar a concluir que la IA desempeña un papel menor en las transformaciones de las nuevas formas de conflicto, sobre todo teniendo en cuenta que el mercado de la IA para la defensa debería duplicarse de aquí a 2030 y superar los 18 000 millones de dólares. En 2024, el Pentágono financió más de 80 proyectos militares que utilizan IA con un total de 1800 millones de dólares.

Desde finales de la década de 2010, con el endurecimiento de la competencia económica y la amplificación de las rivalidades geopolíticas, los ejércitos de las grandes potencias mundiales (en China en 2017, en Estados Unidos en 2018 y en Francia en 2019) han tomado muy en serio la IA.

Su papel como vector del nuevo orden militar y de seguridad se explica por la naturaleza singular de la IA. Para los economistas de la innovación, la IA es una tecnología de alcance general (TARG) que, al igual que la máquina de vapor al comienzo de la revolución industrial, la electricidad a finales del siglo XIX y la informática después de la Segunda Guerra Mundial, se está extendiendo a todos los sectores de la economía y la sociedad. De ahí la esperanza de que la IA desencadene un nuevo ciclo de expansión prolongada del capitalismo que ponga fin a la larga depresión posterior a la crisis financiera de 2008, como si las contradicciones que conforman el momento 2008 se redujeran a una cuestión de innovaciones tecnológicas. Esto no impide que los más tecnoptimistas afirmen que es posible alcanzar una tasa de crecimiento del 30 % anual (aunque para algunos no antes de 2100), lo que significaría duplicar el PIB cada dos años y medio 10

Podemos ignorar estas fantasías de hipercrecimiento –o más bien esta pesadilla aterradora por la destrucción de los recursos naturales y las condiciones de reproducción de la vida que provocaría– y observar más bien que la evolución de las sociedades no se produce mediante la repetición cíclica del pasado. Esto también es válido para las tecnologías. La IA se distingue radicalmente de todas las demás TPG en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, sus desarrollos se sitúan desde el principio a escala internacional y, por lo tanto, son objeto de rivalidades económicas y geopolíticas entre unas pocas grandes potencias. Como muestra el cuadro 1 [véase más abajo], basado en el número de publicaciones y citas sobre inteligencia artificial en 2024, el dominio del duopolio China-Estados Unidos es abrumador: entre ambos suman más del 40 % de las publicaciones y citas mundiales. El hecho de que China domine en tal medida este campo de investigación es, evidentemente, una de las fuentes de inquietud de los dirigentes estadounidenses. Se trata de una situación totalmente diferente a la de la anterior ola tecnológica. Tras la Segunda Guerra Mundial, el auge de la electrónica y la informática fue impulsado por un dominio de Estados Unidos sin precedentes en la historia. Esto demuestra hasta qué punto el entorno geopolítico y económico determina las trayectorias tecnológicas e impide que estas se repitan de forma idéntica.

El reto de las rivalidades económicas y geopolíticas relacionadas con el auge de la IA va más allá de este duopolio. De hecho, otra indicación que se desprende del cuadro 1 es la formación de un mundo multipolar en materia de investigación, en el que numerosos países emergentes compiten con los países desarrollados. Esta creciente acumulación de conocimientos y su difusión internacional describen un proceso calificado como economía del conocimiento por la OCDE o capitalismo cognitivo por sus críticos. Como indicio de esta situación, Francia ocupa una posición mediocre (el puesto 11) y publica apenas más que Irán, Arabia Saudí y Turquía. A pesar de la excelencia mundial de su escuela de matemáticos, esto es consecuencia de la financiación insuficiente de la investigación pública y de las consecuencias de un modelo de innovación pública basado principalmente en la energía nuclear, la defensa y la aeronáutica. Así, el plan Francia 2030 prevé destinar 2200 millones de euros a la inversión en IA con el fin de apoyar la formación, favorecer la difusión de las tecnologías de IA y centrarse en algunos ámbitos prioritarios. Sin embargo, esta cantidad inyectada por un plan que abarca toda la economía francesa es apenas superior a la asignada por la ley de programación militar 2024-2030 solo a la IA para la defensa (2000 millones de euros).

La segunda característica singular de la IA es el carácter generalizado de sus efectos sobre la humanidad. De hecho, contrariamente a lo que permitiría su uso socialmente controlado para satisfacer las necesidades de la humanidad, las tecnologías basadas en la IA nos amenazan en tres aspectos. En primer lugar, transforman los datos en una fuente de acumulación de beneficios para los grandes grupos digitales, pero también para las instituciones financieras, muy inversoras en IA, y, en general, tienen efectos negativos sobre el empleo, incluido el trabajo cualificado. En segundo lugar, refuerzan el poder de los Estados sobre su ciudadanía en materia de seguridad, una función fundamental de los Estados modernos. Históricamente, Francia ha desempeñado un papel pionero entre los países occidentales en materia de control estatal. Más recientemente, incluso ha exigido a los demás países europeos que “todos los aspectos del mantenimiento del orden queden excluidos del reglamento europeo sobre inteligencia artificial” 11.

Por último, la IA abre la vía a nuevas formas de guerra gracias a su uso por parte de los militares.

En resumen, la IA ofrece posibilidades de uso contra los seres humanos en todos los ámbitos de su vida en sociedad, en su calidad de asalariados, ciudadanos y amenazados por las guerras. Esta simultaneidad de los efectos de la IA se explica por la propia naturaleza de esta tecnología, que incide directamente en el conocimiento, pero también porque la IA constituye un conjunto heterogéneo de diferentes sistemas, métodos y aplicaciones, cada uno con su propia trayectoria de desarrollo 12.

Sin embargo, esta ubicuidad de las tecnologías basadas en la IA es, ante todo, el resultado de la estrecha conexión que se ha establecido entre los objetivos económicos de los grandes grupos digitales y la determinación de los Estados de utilizar la IA con fines de control de la población. En resumen, la IA reforzaría lo que algunos autores denominan “tecnonacionalismo, esa forma de vincular las capacidades tecnológicas de un país con su seguridad nacional y sus intereses geopolíticos”.

La indispensable regeneración del sistema militar-industrial de los Estados Unidos
La integración de la IA en las doctrinas y los equipos militares marca un paso más en la larga historia del uso de las tecnologías con fines destructivos. La aparición de los sistemas de armas autónomos se describe a menudo como una tercera revolución militar, después de la invención de la pólvora y las armas nucleares 13.

Por lo tanto, es inevitable que el formidable potencial militar de la IA conduzca a transformaciones radicales del complejo militar-industrial de Estados Unidos 14. Desde el punto de vista industrial, este se ha estructurado desde la Segunda Guerra Mundial en torno a unos pocos grandes grupos que, tras tres décadas de fusiones y adquisiciones, son los principales beneficiarios de los contratos del Pentágono. En 2024, Lockheed Martin recibió 47 000 millones de dólares en pedidos del Pentágono y, con un 15 % del total, ocupa con diferencia el primer lugar. Los diez primeros grupos recibieron más del 40 % de los pedidos militares.

Los grandes grupos de defensa producen sistemas de armamento complejos. Los sólidos vínculos establecidos con el Pentágono y las relaciones colusorias con los parlamentarios, deseosos de acoger implantaciones industriales generadoras de empleo, les garantizan una acumulación de rentas cómodas, pero frenan seriamente su dinamismo innovador. Contrariamente a una historia en parte mítica de las transferencias de tecnología del ámbito militar al civil (denominadas retornos o spinoffs), la mayoría de las innovaciones tecnológicas realizadas después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos (el transistor en 1948, el circuito integrado en 1954 y el microprocesador en 1971) fueron desarrolladas por empresas, financiadas con dinero público (el del Pentágono), pero que eran ajenas al Complejo. Por lo tanto, el Pentágono solía recurrir al amplio ecosistema de empresas innovadoras presentes en los mercados comerciales cuando quería financiar innovaciones radicales (o disruptivas). Esta es una de las singularidades del sistema nacional de innovación estadounidense, irrepetible en otros lugares. Esto permite comprender por qué, en Francia, un país dominado por una clase de capitalistas-funcionarios, la focalización de la política tecnológica en el Ejército beneficia a los grandes grupos sin que la difusión de los créditos de I+D militar se extienda a otras empresas, con la excepción de las presentes en el sector aeronáutico y espacial.

Los grandes grupos de defensa estadounidenses han tardado mucho en comprender los retos que plantea la IA para la defensa, tanto por inercia burocrática como por temor a perder parte de sus mercados en favor de las empresas civiles del sector digital. Parte del Estado Mayor también se ha mostrado reacio durante mucho tiempo a integrar la IA en los sistemas de armas, por temor a perder el control, hasta el punto de que algunos aviadores han sido tachados de luditas 15. El carácter incontrolable de los efectos de la IA, en particular en su combinación con las armas nucleares, también explica la cautela de los militares. Es cierto que hay una buena dosis de futurismo en las promesas hechas por las empresas digitales.

En los últimos años, los gigantes digitales han defendido sus intereses para figurar entre los principales proveedores del Pentágono. Una sólida red política e innovaciones que interesaban al Pentágono han impulsado a numerosas start-ups de Silicon Valley. En 2022, Anduril, una start-up creada por el libertario Peter Thiel, uno de los más antiguos partidarios de Trump, publicó un documento en el que denunciaba la escasa capacidad de innovación tecnológica del Complejo, señalando, por ejemplo, que hasta 2019 los datos sobre el arsenal nuclear del país se almacenaban en discos externos. El documento también señalaba que la industria armamentística dedicaba entre el 1 % y el 4 % de su facturación a la financiación con fondos propios de su investigación y desarrollo, frente al 10-20 % de los grandes grupos digitales y el 40 % de las start-ups tecnológicas 16. El mensaje esencial con el que concluía el informe era que “no existe una fórmula mágica para reducir los costes, pero una buena dosis de capitalismo de mercado (a healthy dose of free capitalism) nos ayudaría mucho a alcanzar este objetivo” 17. En 2024, el director general de Palentir, otra start-up cercana a Anduril, publicó un informe aún más severo sobre el comportamiento y las prácticas del Departamento de Defensa y los grandes grupos contratistas. Su tono se resume en esta frase: “Todo el mundo, incluidos los rusos y los chinos, ha abandonado el comunismo, excepto Cuba y el Departamento de Defensa. El único problema es que somos unos comunistas de pacotilla (sic)” 18.

Otras empresas digitales han ido abandonando poco a poco sus reticencias para entrar en el círculo cerrado de proveedores del Pentágono. Sam Altman, cofundador de OpenAI, tuiteó al día siguiente de la elección de Trump en 2016: “Es lo peor que me puede pasar en la vida”. Ocho años después, figura entre los principales donantes del candidato republicano. Su empresa, al igual que Google, ha revocado oficialmente las cláusulas éticas que limitaban su participación en programas de investigación militar. Todos están fascinados por la forma en que Elon Musk ha conseguido contratos para el despliegue de sistemas satelitales del Pentágono, demostrando que incluso Lockheed Martin (15 % del total de pedidos del Departamento de Defensa en 2024) puede ser derrotado.

Los tres objetivos del DOGE
En el momento de redactar este artículo, Musk seguía al frente del DOGE, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (Department of Government Efficiency, DOGE) creado a petición suya por Donald Trump. En un país tradicionalmente receloso del gran gobierno y donde reina un costoso despilfarro en programas de armamento, que el Tribunal de Cuentas (United States Government Accountability Office) 19 denuncia periódicamente, la iniciativa del DOGE no puede sino despertar interés, incluso expectativas. Sin embargo, no ha hecho falta mucho tiempo para comprender lo que está en juego. Musk se fijó tres objetivos. En primer lugar, decidió privatizar al máximo las operaciones de puesta en órbita de satélites para mejorar la posición de sus empresas en el mercado espacial, valorado en 2 billones de dólares para los próximos diez años. El importe de los contratos firmados por sus dos filiales, Space X (producción y puesta en órbita de satélites) y Starlink (red de más de 7000 satélites en órbita baja y media) 20, no se conoce oficialmente, pero se estima en 15 000 millones de dólares. En segundo lugar, tiene previsto llevar a cabo privatizaciones masivas y recortes de empleo en las agencias federales. Su proyecto de privatización –acompañado de despidos– de la agencia científica dedicada a cuestiones atmosféricas y oceánicas (la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, NOAA) permitiría, según empleados de la NOAA, tomar el control de las infraestructuras de comunicaciones dedicadas a la telefonía móvil, la información meteorológica en Internet, etc. 21.

Por último, el DOGE ataca al Departamento de Defensa, “bastión del comunismo” según el director general de Palentir. Tras este eslogan, como explicó el secretario de Estado de Defensa, el objetivo “es recortar en las oficinas, pero reforzar el ejército, los que hacen la guerra” 22. El subsecretario de Estado del DoD y responsable de empleo fija el objetivo de reducir el personal civil entre un 5 % y un 8 % de los 700 000 empleados civiles que trabajan en el Pentágono 23. Otros ministerios (educación, salud) y el servicio de impuestos también se ven afectados. El secretario del Tesoro ha dado una explicación inspirada en los manuales de economía ortodoxa dedicados al mercado laboral y a su ley de la oferta y la demanda: los empleados federales despedidos “nos proporcionarán la mano de obra que necesitamos para llevar a cabo la reindustrialización” 24.

En términos más generales, el objetivo de Musk es reestructurar las agencias del secretariado de Defensa para dejar más espacio a las empresas digitales, incluida la suya. Los grandes grupos digitales han decidido unir sus fuerzas en un consorcio cuyo objetivo explícito es “constituir una nueva generación de contratistas principales en materia de defensa” y, de este modo, socavar la posición de los grandes grupos que ocupan ese lugar desde hace décadas. Es comprensible la inquietud de los grupos ya establecidos, que ahora tendrán que compartir los beneficios financieros derivados de los contratos con el Ministerio de Defensa. Sin embargo, en un mercado de 1 billón de dólares y con una expansión del 12 % en 2025, esto debería permitirles seguir satisfaciendo a sus accionistas, como lo han hecho durante décadas (ver recuadro).

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Los mercados financieros se muestran seducidos
¿Cómo han podido los pensadores dominantes de la globalización feliz inculcar durante tres décadas en la mente de todos que “a los mercados no les gusta la guerra”? 25. En realidad, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los valores bursátiles de los grupos de defensa de Estados Unidos han superado a los índices bursátiles de Wall Street, como el S&P 500. Este rendimiento superior se ha reforzado aún más desde la década de 1990, cuando el cambio en la gobernanza empresarial dio prioridad a la creación de valor para el accionista, un eslogan que reflejaba el dominio del capital financiero. Los grandes grupos de defensa también adoptaron esta norma, por lo que los inversores financieros (los mercados) transformaron el gasto militar y los conflictos mundiales en oportunidades para valorizar su capital. Tras el estallido de la burbuja especulativa de Internet (en 2000), los mercados bursátiles adoptaron una convención de “guerra sin límites” [26], una convención que, como demostró Keynes, es una opinión común establecida en un momento dado por los inversores y que, por lo tanto, determina el estado de ánimo del mercado bursátil.

Los mercados financieros acertaron. La convención de “guerras sin límites” se tradujo en una evolución de los valores bursátiles del armamento, que pasaron de un índice de 100 en 2004 a 1050 en 2024, es decir, un valor multiplicado por 10. Esto hace palidecer al índice S&P (que recoge las 500 mayores empresas cotizadas en Wall Street), que pasó durante el mismo periodo de 100 en 2003 a solo 600 en 2024…

Por cierto, Keynes y los keynesianos también explicaron que las convenciones establecidas por los inversores financieros son autorrealizables. Lo que significa, en este caso, que no solo anticiparon guerras sin límites, sino que también proporcionaron la munición financiera para que los grupos armamentísticos las prepararan.

El futuro del régimen bonapartista de Trump
El Proyecto 2025, cuyo subtítulo es Mandate for Leadership: the Conservative Promise 26, es un documento de más de 900 páginas. Fue elaborado en 2023 por decenas de think tanks conservadores con el fin de servir de brújula política para la campaña presidencial de Trump. El capítulo redactado por Christopher Miller, exsecretario de Defensa de la primera administración Trump, establece dos objetivos principales para el Departamento de Defensa. Por un lado, debe hacer frente a China, que constituye, con diferencia, la principal amenaza para “la seguridad, las libertades y la prosperidad de los Estados Unidos” (p. 92) y que, según precisa otro capítulo, “solo puede ser detenido mediante presión exterior”. Porque, detrás de los retos relacionados con la IA, la captación de los gigantescos recursos minerales y energéticos necesarios para hacer funcionar las bases de datos de los GAFAM se encuentra en el centro de las ambiciones de Estados Unidos. El frenesí por conquistar territorios ricos en recursos confirma, para quienes lo dudaban durante las décadas de 1990 y 2000, la actualidad de las rivalidades interimperialistas. Para Trump, Groenlandia, Canadá, Ucrania y otros países aún están por conquistar.

Por otra parte, Christopher Miller afirma que es necesario “eliminar el adoctrinamiento marxista y los programas que incluyen teorías críticas sobre la raza que no son consensuadas, y suprimir los centros recientemente creados dedicados a la diversidad, la equidad y la inclusión” (pp. 103 y 104).

Estos dos objetivos fijan las misiones asignadas al complejo militar-industrial (CMI). De hecho, las transformaciones del CMI analizadas en este artículo se inscriben en esta doble perspectiva: preparar la guerra contra China y contra los enemigos internos, ya sean inmigrantes, activistas por la diversidad o incluso empleados del Estado federal privados de su derecho a la huelga por un decreto presidencial del 27 de marzo de 2025 porque, según la Casa Blanca, “estos sindicatos del Estado federal han declarado la guerra al programa del presidente Trump”. Otro decreto presidencial de 11 de abril de 2025 lleva el siguiente título: “Misiones militares para cerrar la frontera sur de los Estados Unidos y repeler las invasiones”.

El programa político de Trump II necesita el apoyo de una base social que sea a la vez electoral y activa. Su fermento ideológico lo proporcionan los dirigentes de las grandes tecnológicas, por ejemplo, el racismo de Musk y las visiones milenaristas de P. Thiel, accionista de Anduril y Palentir. Sin embargo, no hay que confundir a los multimillonarios de Silicon Valley con las decenas de miles de sus empleados que se manifestaron junto a decenas de millones de ciudadanos el 5 de abril de 2025 para protestar contra las medidas tomadas por Trump desde su elección 27.

La alianza entre los líderes de los grupos digitales y la ideología con impulsos dictatoriales cuenta con el apoyo de los grupos cristianos evangélicos 28. Juntos forman el núcleo de las élites que ocupan el aparato del Estado federal desde la elección de Trump. Algunos califican estas corrientes de tecno-fascistas, una expresión acuñada por la historiadora Janis Mimura para referirse a los tecnócratas japoneses que rechazaban tanto “el comunismo como el capitalismo liberal” y que formaron la base del aparato estatal durante la guerra 29. Otros hablan de un “fascismo del fin del mundo” 30.

¿Cómo calificar el régimen político que está tomando forma en Estados Unidos? Para responder a esta pregunta, hay que observar primero las dinámicas de evolución en lugar de adoptar fórmulas fijas. En efecto, las transformaciones del Estado federal entre la administración de Trump I (2016-2020) y Trump II (2024-2028) son considerables. La ideología ya era reaccionaria, y Bannon ya era uno de sus artífices. Se oponía radicalmente a los dirigentes de los grandes grupos digitales, a los que calificaba de señores del “Estado apartheid de Silicon Valley y tecnocratas feudales” 31. Desde su elección en noviembre de 2024, estos señores del supuesto “Estado apartheid” se han apoderado del aparato estatal y, más concretamente, del Pentágono, que constituye su núcleo. La ideología no ha cambiado, sigue siendo nativista, racista y supremacista. Lo que ha cambiado, en relación evidente con el retroceso económico y geopolítico de Estados Unidos, es la necesidad de hacerle frente, de invertir totalmente en el aparato del Estado federal y de vencer las resistencias al Estado fuerte que aún existen. De hecho, ni Trump ni Musk han olvidado la oposición expresada por parte del Estado Mayor al uso del ejército en las calles de Washington durante las manifestaciones organizadas tras el asesinato de George Floyd por la policía en junio de 2020.

El ascenso político de Trump evoca una aventura bonapartista, en el sentido forjado por la sociología política, de un hombre fuerte que centraliza los poderes políticos en su beneficio con un enfoque autoritario, desarrolla un enfoque plebiscitario (hoy gracias a las redes sociales) y moviliza al Ejército en guerras en el extranjero y en el país contra las oposiciones populares. Marx, que fue el primero en analizar en profundidad el proceso bonapartista (el de Napoleón III) 32, no lo definía solo como un régimen autoritario, sino en relación con las relaciones de fuerza entre las clases y dentro de ellas.

Por lo tanto, la evolución de un régimen bonapartista no está fijada desde el principio. La del régimen trumpista depende de varios factores, entre ellos la fuerza de la resistencia popular y la existencia de alternativas políticas, así como la magnitud de las tensiones en el orden económico y geopolítico mundial, dos parámetros que, a su vez, pondrán a prueba la cohesión de las clases dominantes de Estados Unidos.

20/05/2025

Claude Serfati es economista e investigador asociado del IRES; recientemente ha publicado Un monde en guerres (Un mundo en guerra), Textuel, abril de 2024.

Al’Encontre

Traducción: viento sur

Según los expertos en gestión empresarial, este método de dirección consiste en explicar a las los empleados “lo que se espera de ellos y lo que obtendrán a cambio si cumplen con estas exigencias”. Está claro, Bernard M. Bass, «From Transactional to Transformational Leadership: Learning to Share the Vision», Organizational Dynamics 18, n.º 3, 1990, pp. 19-20.

Robin Khorda, Le Parisien, 16 de enero de 2025

Leo Shane III, “Trump promises $1 trillion in defense spending for next year”, Defense News, 8/04/2025.

Ann Applebaum, “Trump Is Speaking Like Hitler, Stalin, and Mussolini”, The Atlantic, 18/10/2024

Morningstar Investor, “Jamie Dimon worries “World War III has already begun”, 24/10/2024

Ann Applebaum, op. cit.

Claude Serfati, “La era de los imperialismos continúa: la prueba de Putin“, 22/04/2022.

La Casa Blanca, “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América”, diciembre de 2017. ]. También a instancias de la administración Biden, en 2019 Alemania aceptó por primera vez que un documento de la UE calificara a China de “rival sistémico que desarrolla modelos de gobernanza alternativos” 33Comisión Europea, “UE-China: perspectivas estratégicas”, Comunicación conjunta al Parlamento Europeo, al Consejo Europeo y al Consejo, 12/03/2019.

Dylan Matthews, “How AI could explode the economy And how it could fizzle”, 26/03/2024.

Maria Maggiore, Leïla Miñano y Harald Schumann, “Inteligencia artificial: Francia abre la vía a la vigilancia masiva en Europa”, 22/01/2025.

Rand Europe, “Competencia estratégica en la era de la IA”, 6/09/2024

Véase Un mundo en guerres, cap. 4 dedicado a las dimensiones militar y de seguridad de la IA y, para una presentación más breve, Claude Serfati, “La peligrosa alianza entre la IA y el ejército”,

Para una perspectiva histórica, véase Claude Serfati, “Mes chers compatriotes, méfiez-vous du complexe militaro-industriel!” en Petitjean Olivier y Du Roy Ivan, Multinationales. Une histoire du monde contemporain, La Découverte, 2025.

Véase Claude Serfati, Un monde en guerres, cap. 4

Anduril, “Rebooting The Arsenal of Democracy”, 2022.

Id., p. 43.

Shyam Sankar / Palantir CTO, “The defense Reformation”, 31/10/, p. 8.

En su última edición, el Tribunal de Cuentas encuentra muy pocas mejoras en la gestión de los programas (desborde de los costes y los plazos) a pesar de las reformas emprendidas, GAO, “Weapon Systems Annual Assessment”, junio de 2024.

Sobre los efectos de esta constelación de satélites en el medio ambiente terrestre y en el espacio, véase Justin Carrette “Avec Starlink, Elon Musk innove dans la pollution”, Reporterre, 2/03/2021.

Tom Perekins, “Doge cuts allow Musk to cash in with SpaceX and Starlink contracts, ex-workers warn” (Los recortes presupuestarios decididos por DOGE permitirán a Musk hacerse con contratos para SpaceX y Starlink, según advierten antiguos empleados), The Guardian, 25/03/2025.

NPR, 20/02/2025. https://www.npr.org/2025/02/20/nx-s1-5303947/hegseth-trump-defense-spending-cuts

Meg Kinnard, “A comprehensive look at DOGE’s firings and layoffs so far”, 22/02/2025.

Hugh Cameron “Fired Federal Workers Could Work Factory Jobs Created by Tariffs: Bessent”, Newsweek, 8/04/2025.

Luc Mampaey y Claude Serfati, “Les groupes de l’armement et les marchés financiers: vers une convention «guerre sans limites?” en (Chesnais François, s/d), La finance mondialisée. Racines sociales et politiques, configurations et conséquences, La Découverte, París, 2004.

Comunicado de la Casa Blanca, 27/03/2025.

El movimiento se denominaba 50501 por “50 protestas, 50 estados, 1 movimiento”.

Entre las personas influyentes de la Administración Trump se encuentran el secretario de Defensa y el embajador en Israel

Janis Mimura, Planning for Empire: Reform Bureaucrats and the Japanese Wartime State Ithaca, NY: Cornell University Press, 2011

Naomi Klein y Astra Taylor, “El auge del f fascismo del fin de los tiempos“, 13/04/2025

“Steve Bannon dice que el populismo MAGA ganará, ya que Trump está rodeado de multimillonarios”

Karl Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, 1851

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