Santa Marta, la histórica ciudad caribeña colombiana de playas luminosas y casco antiguo colonial, vive estos días una doble transformación: la que le exige ser escenario de una cumbre diplomática de alcance global —la IV Cumbre CELACUE— y la que conoce como polo turístico habitual. La ciudad abrió sus hoteles, escenarios culturales y calles al diplomático y al viajero; pero la llegada de mandatarios, delegaciones y medios puso al descubierto limitaciones logísticas y tensiones políticas que marcaron la agenda incluso antes de que comenzaran las sesiones formales.
La cumbre, celebrada el 9 y 10 de noviembre de 2025, busca reafirmar la cooperación entre la Unión Europea y los países de América Latina y el Caribe: defensa del multilateralismo, transición verde y digital, comercio, seguridad y lucha contra el crimen organizado figuran entre los temas prioritarios. A la cita acudieron representantes de más de 60 países —entre ellos presidentes, primeros ministros y ministros de Relaciones Exteriores— aunque la lista de ausencias de alto perfil alteró el tono original de la reunión.
Logística a contrarreloj: aeropuerto, capacidad hotelera y movilidad
Una de las primeras dificultades prácticas fue el transporte aéreo. Santa Marta no cuenta con un aeropuerto de gran capacidad y eso obligó a algunos jefes de Estado a aterrizar en aeropuertos cercanos —por ejemplo Barranquilla— y completar el traslado por vía terrestre o aérea secundaria. Ese factor puso de relieve que, aunque la ciudad está acostumbrada a recibir turistas, organizar la logística y seguridad de un encuentro diplomático con decenas de delegaciones de alto nivel es un reto distinto.
La demanda hotelera y de servicios también se disparó: autoridades locales y cámaras de comercio calculaban una derrama económica importante para la ciudad, con estimaciones que superaban los 3,5 millones de dólares en ingresos directos por hospedaje, alimentación y servicios asociados. Pese a la oportunidad económica, la presión sobre la infraestructura básica (transporte, suministro, capacidad hospitalaria) obligó a desplegar planes de contingencia.
Seguridad y control: despliegue policial y medidas ordinarias
El gobierno colombiano activó un amplio dispositivo de seguridad: según comunicados oficiales hubo responsabilidades específicas en aeropuertos, vías, sedes y hoteles; distintos medios locales consignaron cifras del orden de miles de uniformados movilizados (entre 1.200 y más de 3.800 efectivos, según diferentes reportes), además de patrullajes marítimos y controles de movilidad para asegurar las rutas oficiales. Ese despliegue buscó equilibrar la seguridad exigida por la presencia diplomática con la vida turística y comercial de la ciudad.
La intensa regulación del espacio público generó además críticas y alertas de organizaciones sobre restricciones a la libertad de expresión en el entorno de la cumbre: denuncias sobre vallas y limitaciones a protestas y cobertura fueron recogidas por medios y ONGs, que pidieron respetar los derechos civiles aun en contextos de alta seguridad.
Un contexto internacional marcado por ausencias y tensiones geopolíticas
La atmósfera política de la cumbre no estuvo ajena a la coyuntura internacional: varias capitales europeas decidieron no enviar a sus máximos mandatarios, alegando motivos diplomáticos y la complejidad generada por tensiones con Estados Unidos y con decisiones recientes relativas a la región. Por ejemplo, algunos líderes europeos optaron por delegar su participación, una circunstancia que la prensa internacional interpretó como el reflejo de fricciones que exceden lo bilateral. Aun así, líderes como el presidente del Consejo Europeo y varios mandatarios latinoamericanos asistieron para mantener el pulso del diálogo birregional.
A pesar de las ausencias, la cumbre produjo anuncios financieros y de cooperación: organismos multilaterales y bancos de desarrollo reforzaron paquetes para la transición energética y proyectos de infraestructura; la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) y otras entidades anunciaron compromisos relevantes orientados al crecimiento verde. Estos anuncios —que buscan traducir el diálogo político en inversiones— apuntan a colocar la agenda climática y de desarrollo sostenible en el centro de las relaciones UECELAC.
Cultura, imagen y simbolismo: por qué Santa Marta
La elección de Santa Marta no fue accidental: el gobierno colombiano defendió la decisión por su simbolismo histórico y cultural, así como por la intención de descentralizar eventos internacionales y mostrar regiones distintas a Bogotá. A la par de las sesiones oficiales, se programaron actividades culturales, foros empresariales y encuentros académicos que ampliaron el foco de la cumbre hacia la sociedad civil y la promoción turística de la región. Para la ciudad, el evento significó una vitrina internacional, pero también una prueba administrativa y logística sobre su capacidad para albergar eventos de alta complejidad.
Balance provisional
La IV Cumbre CELACUE en Santa Marta funcionó como termómetro de un momento internacional complejo: por un lado exhibió voluntad de cooperación en temas estratégicos; por el otro, dejó ver las limitaciones materiales y políticas de un encuentro que quiso combinar la festividad cultural con la sobriedad diplomática. Para Santa Marta, la cumbre puede quedar como un punto de inflexión: una oportunidad económica y de proyección global, y un desafío para mejorar infraestructura y protocolos de cara a futuros eventos de gran envergadura.
5





