El poder de Trump y sus pretensiones de redimir a la sociedad en una crisis de unidad social, profundizada por la creciente desigualdad dentro de Estados Unidos, se encuentran en las narrativas militaristas de la guerra contra las drogas, contribuyendo al fortalecimiento de la violencia simbólica, el chantaje y la coerción, instrumentos de alineación y disciplina de colegas acusados de ser responsables de «amenazas externas y alto consumo de drogas». sustancias psicoactivas prohibidas.
Uno de los rasgos centrales de la actual política exterior de Washington es su anuncio de que «Estados Unidos ha vuelto» bajo la aspiración de recuperar su primacía global, así como los atributos internos e identitarios para reconfigurar el proyecto americano. Se trata entonces de valorar los atributos duros del poder estadounidense que han sido anunciados desde la primera administración Trump (2016) y que ahora han sido relanzados con impulso en 2025, bajo la impronta de «un sentimiento nacionalista, hiperreligioso, neopatriótico, militarista y nativista, que encarna la autoimagen de los estadounidenses» y de aquellos cuyo «interés extremo» son los estadounidenses por delante de aquellos que tienen «intereses excepcionales de otros». (1).