NUEVO CENTRALISMO ACADÉMICO EN GUAPI El informante


El reciente anuncio de la apertura de una sede de la Universidad del Cauca en Guapi ha generado expectativa y controversia. El gobernador Octavio Guzmán y la alcaldesa Gil Milena Grueso presentaron la iniciativa como un paso histórico para acercar la educación superior a los jóvenes del litoral Pacífico. No obstante, voces críticas advierten que detrás del entusiasmo se esconde una decisión improvisada que podría terminar repitiendo los mismos errores de abandono estatal que por décadas han golpeado a esta región.

La primera contradicción está en la crisis financiera de la propia Universidad del Cauca. Con dificultades para sostener su funcionamiento en Popayán y en las sedes ya existentes, resulta paradójico que se anuncie una expansión hacia Guapi sin garantías de sostenibilidad. Para analistas educativos, este movimiento es más un gesto político que una estrategia real de fortalecimiento académico.

El debate también toca una herida profunda: la Universidad del Pacífico, con sede en Buenaventura y presencia en el litoral, fue dejada a la deriva por falta de apoyo institucional. En lugar de invertir en rescatarla y consolidarla, el Estado opta por extender la Universidad del Cauca, lo que muchos interpretan como un acto centralista que pasa por alto los procesos propios de la región.

La polémica crece porque ni el gobernador Octavio Guzmán ni la alcaldesa Gil Milena Grueso han explicado si existió un proceso de diálogo con las comunidades negras e indígenas de Guapi. Estas poblaciones, entre ellas el pueblo Sia, reclaman que la educación en el Pacífico debe construirse con pertinencia cultural y respeto a sus saberes. La ausencia de consulta previa refuerza la percepción de que se trata de un modelo impuesto desde afuera.

A las tensiones culturales se suman las limitaciones de infraestructura: Guapi carece de residencias estudiantiles, comedores, transporte digno y conectividad digital. En esas condiciones, advierten observadores, la nueva sede corre el riesgo de convertirse en un colegio ampliado, sin investigación ni vida universitaria auténtica.

El interrogante de fondo es si hubo planeación seria detrás del anuncio. No se conocen estudios de pertinencia, planes financieros a largo plazo ni un proyecto académico sólido. Para algunos críticos, lo que se presentó como expansión universitaria podría terminar siendo una improvisación costosa y simbólica.

El Pacífico no necesita anuncios grandilocuentes, sino compromisos reales. La deuda histórica con Guapi exige inversión estructural, fortalecimiento de la Universidad del Pacífico y respeto a las comunidades que han resistido siglos de exclusión.

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