Una temporada navideña marcada por el fraude digital – EXTRA – El informante

El inicio de la temporada navideña, esta vez que debería estar llena de esperanza, unidad familiar y cierta sensación de alivio emocional después de un año turbulento, nos recuerda una vez más que no todo el mundo celebra con villancicos y luces. Algunos celebran con el crimen. Y como suele ser el caso en Colombia, los ciberdelincuentes parecen tener la ventaja este año.

No es casualidad que diciembre sea el mes con más denuncias de fraude. Los ingresos adicionales por bonificaciones, pagos atrasados ​​o compras antes de diciembre convierten a los ciudadanos en un objetivo perfecto. Pero lo que les está sucediendo últimamente a los usuarios de Nequi revela una realidad más preocupante: la fragilidad de nuestra cultura digital y la creciente sofisticación del crimen tecnológico.

La nueva modalidad: un simple “Aceptar” que vacía las cuentas

Varios usuarios han informado de una técnica sorprendentemente simple, casi absurda, que ha permitido a los estafadores vaciar cuentas simplemente haciendo clic en el botón «Aceptar» de la aplicación. No estamos hablando de malware complejo ni de secuestro digital al estilo Hollywood. Se trata esencialmente de un engaño directo apoyado en la ingenuidad, el afán o el desconocimiento tecnológico del usuario medio.

Este tipo de fraude ya se escucha con fuerza en ciudades como Popayán, donde las denuncias digitales aumentan y las autoridades, aunque intentan responder, parecen estar imbuidas de un delito que no deja rastro físico sino una profunda sensación de vulnerabilidad.

Popayán: ¿una nueva capital del fraude digital?

Sería injusto señalar exclusivamente a Popayán como el centro del problema, porque esta dinámica se repite en Cali, Bogotá, Medellín y prácticamente en todos los rincones del país. Sin embargo, la ciudad está viendo un aumento alarmante de informes, consistente con una tendencia nacional: Los ciberdelincuentes están pasando de los atracos físicos a los digitales.

¿Por qué arriesgarse en las calles, con las cámaras y la policía, cuando hoy un mensaje bien construido o una notificación falsa basta para vaciar una cuenta?

El colombiano promedio no está preparado para esta nueva ola de criminalidad. No sabemos distinguir entre una alerta legítima y una falsa, no conocemos los permisos reales que otorgamos en nuestras aplicaciones y confiamos demasiado en la velocidad a la que se presionan las teclas sin pensar en las consecuencias.

Plataformas digitales: grandes aliadas, pero no infalibles

Nequi, como muchas billeteras digitales, ha democratizado el acceso a los servicios financieros. Sería malo ignorar su contribución. Pero ningún sistema es invulnerable cuando la ingeniería social –el arte de manipular a las personas– es el arma más poderosa de los delincuentes.

Esto plantea preguntas desagradables:

  • ¿Recibimos suficiente educación digital a través de las plataformas?
  • ¿Están las empresas fortaleciendo sus mecanismos de alerta?
  • ¿Qué tan protegidos estamos realmente de estas nuevas trampas?

Puede ser cierto que la responsabilidad final siempre recaiga en el usuario. Pero en un país donde la brecha digital aún es profunda y donde millones de personas han “migrado por la fuerza” al mundo digital durante la pandemia, es simplemente poco realista esperar que todos tengan niveles avanzados de detección de fraude.

Inseguridad digital, la nueva cara del crimen

Lo que antes se solucionaba con un agarrón de esquina o un “cosquilleo” en el centro de Popayán ahora se vive en silencio detrás de una mampara. Y lo peor: muchos no denuncian. Temen más el desgaste del proceso que el propio ladrón. Este silencio sólo alimenta a los criminales.

Popayán –como todo el país– necesita un plan serio de alfabetización digital, campañas sostenidas de prevención y una mejora urgente en los mecanismos para identificar transacciones sospechosas. No podemos seguir asumiendo que cada diciembre también es temporada alta para los estafadores.

el verdadero llamado

Este artículo no pretende sembrar pánico, sino crear conciencia. No se trata de desconfiar de todas las aplicaciones; desconfía de lo que parece demasiado simplede lo que aparece de la nada, de lo que nos obliga a apretar un botón sin entender por qué.

La seguridad digital no es sólo responsabilidad del Estado o de las empresas tecnológicas, sino también de cada ciudadano individual. En este ámbito, la ignorancia se paga con dinero. Y lamentablemente también con frustración.

Porque en esta época en la que los abrazos deben ser los protagonistas, debemos recordar que debemos cuidar nuestro hogar tanto como cuidamos nuestro teléfono. Y que lamentablemente los ladrones ya no necesitan un arma: lo único que necesitan es un clic.

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